No es probable, pero es posible

Manuel Lago
Manuel Lago EN CONSTRUCCIÓN

OPINIÓN

20 jun 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

La sociedad española que ayer contempló, con más o menos entusiasmo, la proclamación de un nuevo rey, está para pocas celebraciones. Porque a pesar de la propaganda del Gobierno, la palabra crisis lo domina todo. En España sufrimos una aguda crisis institucional, que afecta a toda la estructura e instituciones del Estado y que se manifiesta en eso que se ha venido a llamar desafección: una profunda decepción de la ciudadanía, en proceso creciente de alejamiento del poder político, de separación entre representantes y representados.

Apropiándome de una frase ajena, lo que era sólido se ha vuelto líquido. Y frágil. Como la propia estructura territorial de España, que después de 36 años de Constitución ha llegado a sus límites y amenaza con romper sus costuras.

Pero lo que está detrás de casi todo, conformándose como causa de última instancia, es el destrozo en la vida de la gente provocado por la crisis económica, pero sobre todo por la forma de gestionarla. El austericidio causado por una política que, además de injusta e inútil, es antidemocrática, porque la han aplicado Gobiernos que ganaron las elecciones prometiendo lo contrario de lo que después hicieron. Un austericidio que ha empobrecido a la sociedad española como no lo habíamos visto desde que salimos de la negra noche de la dictadura.

Empobrecimiento individual y colectivo, porque apenas hay familias no afectadas por el desempleo o por el cierre de cientos de miles de empresas y negocios. Porque la renta de casi todos, del 99 %, de los que no tenemos SICAV, no deja de caer porque cada vez los salarios son más bajos. Pero también el deterioro de los servicios y las prestaciones públicas, lo que supone empobrecimiento social.

Estos son los enormes desafíos a los que se enfrenta el país, una sociedad que más pobre, más desigual y mucho más escéptica asiste al espectáculo de la proclamación. Un cambio de rey puede no ser nada porque esa es la propia esencia de la monarquía parlamentaria española, un rey que no gobierna. Pero cambiar a un rey viejo por un rey joven es sin duda un hecho tan poco frecuente que podría ser la oportunidad para un gran acuerdo entre todas las fuerzas políticas españolas para llevar adelante una autentica y completa regeneración de la vida política española.

Cuando el viejo rey era aún joven fue posible: una Constitución de enorme consenso y los pactos de la Moncloa para enfrentarse a la crisis económica que asolaba España en aquella época. Ahora también podría serlo: un gran pacto político entre todos, más allá del bipartidismo declinante, que abra un nuevo proceso constituyente. Necesitamos un nuevo texto que defina una nueva arquitectura territorial e institucional, incluyendo obviamente la decisión sobre la continuidad de la monarquía. Proceso constituyente que debe terminar con un referendo para darle, otra vez, la palabra a la ciudadanía.

Y al mismo tiempo, pero con más urgencia si cabe, lograr un gran pacto social entre todos, empresarios y sindicatos incluidos, para enfrentarse al desempleo, la precariedad, la pobreza y la desigualdad. Ya sé que no es probable, pero sí que es posible.

Manuel Lago es economista de CC. OO.