Todo es cuestionable

Pablo Mosquera
Pablo Mosquera EN ROMÁN PALADINO

OPINIÓN

09 jun 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Se me hace raro. En muy poco tiempo dos renuncias en un país donde no estamos acostumbrados a tal, en una sociedad que contempla fracasos, conductas indecentes, ineptitud que pagamos todos y el aferrarse a la poltrona justificando que son los demás los responsables del desaguisado.

En escasos días y, tras las elecciones a un Europarlamento del que cuanto más sabemos menos confiamos en su capacidad para enmendar el rumbo de una Europa controlada por la élite de la oligarquía, se derrama el vaso por la gota, de tal suerte que el líder del primer partido de la oposición y el jefe del Estado deciden marcharse y abrir un nuevo tiempo para ideas y personas más capaces para hacer frente a las demandas de presente y futuro.

Por mucho que se empeñen las mayorías coyunturales, puede que nos asomemos al cambio; evolucionando desde conservar, no tocar, asustar con el miedo a inventar tiempos peores, o a poner en dogma que este pueblo y sus dirigentes padecen incapacidad para construir acuerdos como el que hizo posible la vigente Constitución, cuestionándose todo lo que nos atañe para mejor proveer.

He oído estos días la teoría de «la patata caliente»: ¡Menuda le espera al Príncipe con la que está cayendo! Esta conducta cobardemente oportunista ha impedido un relevo generacional que ya debía haberse producido. Esta conducta de cortas miras a favor de los taciturnos, como aquel hombre del casino provinciano que describió Machado en sus versos, impide que se haga de la Constitución española el marco necesario para todos, e instrumento -sin miedo a ruidos en iglesias y cuarteles- que nos permita diseñar la convivencia entre tierras y gentes de España.

A los socialistas hay que convencerlos de que antes del nombre son las ideas que ilusionan, reconstruyendo el espacio del partido referente en la izquierda. A los cortesanos que les preocupa su futuro, y que se han dedicado a conspirar entre chascarrillos y dicterios de consejos de administración, hay que decirles que España se merece el Gobierno de los mejores, en las mejores condiciones físicas y mentales, con capacidad para emocionarnos no solo en las despedidas, también en la tarea común de superar las dificultades, alcanzando las viejas y queridas coordenadas de libertad, igualdad de oportunidades y solidaridad.

Cuanto más débil sea el Estado, más fácil lo tendrán sus enemigos y peor para el pueblo soberano.