Llevamos una semana entretenidísimos poniendo del revés al tipo este friki de la coleta que viste de Alcampo, que quiere expropiar a los bancos, asaltar los pisos vacíos y que, por si todo esto fuera poco, encima asesoró a Beiras. La ilustre pensadora Rosa Díez lo definió muy acertadamente: es producto del populismo. Nadie mejor que ella para saber de populismos. Este friki antisistema que pierde el pompis por Chávez y Castro, que se asemeja a Hitler, que pide jubilación a los 60, renta básica universal y que osa llamar casta a nuestros señoritos, ha centrado todo el escrache verbal de los de la ultradiestra, la diestra y parte de la zurda. Por friki, utópico e inconsciente.
Y con tanto analizar al de la coleta nos olvidamos de que detrás de él, y de sus propuestas, hay 1.245.948 ciudadanos, a los que habría que unir los protestones que optaron por la abstención, los blancos y los nulos. Pero, como se pasaron la semana vapuleándolo y atizándole, no les quedó tiempo a analizar por qué tanto desafecto y tanto apoyo a un friki. Ni a hacer autocrítica y ver qué hicieron mal, qué hicieron o qué dejaron de hacer para que se produjese este fenómeno. Es decir, no comprendieron nada de lo ocurrido.
Pero es igual, lo importante es zurrarle al friki ese de la coleta porque lo suyo es intolerable. Se presenta con un programa absolutamente irrealizable y ya se sabe que con los programas no se juega y hay que ser muy riguroso. Los programas son para cumplirlos. No hay más que ver cómo lo cumplen los que nos desgobiernan.