Demasiado tarde

Enrique Clemente Navarro
Enrique Clemente LA MIRADA

OPINIÓN

27 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Rubalcaba tenía que haberse ido a su casa la noche del 20 de noviembre del 2011, cuando el PSOE cosechó el peor resultado de su historia reciente. Pero se aferró al sillón para tratar de revertir una situación dramática. Mantenerse ha sido mucho peor para él y su partido, destrozado tras la debacle de las europeas. No entendió que era el hombre equivocado en el peor momento posible. Que iba contra la ola de la más que justificada crítica a la clase política, de la que este incombustible dinosaurio es uno de sus máximos representantes. Ya no no importaba lo que dijera o hiciera, pues su mensaje no era ni siquiera escuchado. Le tocaba pagar la herencia del peor Zapatero, de la que fue copartícipe, y la creciente desafección política, sin ser capaz de contrarrestar este auténtico tsunami.

Ha necesitado un varapalo aún de mayores dimensiones para arrojar de una vez la toalla. Su situación al frente del partido era totalmente insostenible. Imposible aguantar hasta las primarias a las que se había agarrado como un clavo ardiendo para seguir como secretario general. Aún tenía la esperanza de que si el PSOE aguantaba este domingo podría postularse como candidato o, al menos, dirigir el proceso. Para eso puso a su mano derecha, Elena Valenciano, como número uno de la lista, con lo que quedaba bien claro que el que se examinaba era él mismo. Y el suspenso no ha podido ser más contundente. Por cierto, en línea con los que le otorgan los ciudadanos en las encuestas del CIS. Al 90 % les inspira poca o ninguna confianza. Incluso al 75 % de los simpatizantes socialistas. Dicho esto, Rubalcaba es la cabeza mejor amueblada del PSOE y hubiera podido ser su buen líder en otras circunstancias. Su tiempo había pasado. Los votantes le enseñaron el camino de la retirada hace dos años y medio y ahora le han dado el empujón definitivo.

Creyó que podía ser el hombre providencial que salvara a su partido, volver a ser imprescindible como a lo largo de su carrera, con Felipe González o con Zapatero, y en realidad ha sido el enterrador, el que ha llevado al PSOE a un hoyo del que le será muy difícil salir, aunque no sea el único responsable. Con un 23 % de los votos era imposible que no entendiera el clamoroso mensaje. Queda por ver cómo lo interpretará Rajoy, que presentó estas elecciones como un plebiscito a su gestión y solo le han apoyado uno de cada cuatro votantes. Pero, por lo que se ve, en el PP no se quieren dar por enterados.