Alienígenas

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa FARRAPOS DE GAITA

OPINIÓN

27 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Un buen amigo me explicaba hace poco la diferencia entre las distintas clases de alienígenas. Una cosa, apuntaba, es un extraterrestre entrañable como E. T.; y otra muy diferente es el marciano conductor de la nave de E.T. El extraterrestre conductor es un tipo gélido, impasible, que no reacciona ni le pone emoción a las cosas. El gran problema, concluimos, es que estamos rodeados de extraterrestres, sí, pero no de los sentimentales y poéticos hombres del espacio como E. T., a quien el corazón no le cabía en el pecho. No abunda el E.T. que se sube a nuestra bicicleta y la hace volar sobre los adosados del barrio. En este mundo lo que se extiende al ritmo endemoniado de las vainas de La invasión de los ultracuerpos son los marcianos conductores de naves nodrizas, sin rastro de inteligencia emocional, que en lugar de estrujarse la mollera para resolver los problemas se limitan a dejar el platillo volante con el piloto automático conectado, esperando que escampe la lluvia de asteroides o la crisis económica (tanto monta).

Cuando los estirados extraterrestres del piloto automático dejan de lado a los marcianos emocionales, los problemas no se solucionan solos, ni mucho menos, sino que crecen y se enquistan en galaxias llamadas Francia o el Reino Unido, donde la estrategia alienígena de dejarse llevar por la inercia y esperar a que todo encaje por sí mismo ha favorecido la invasión de los ultracuerpos ultranacionalistas. Pero claro, estamos hablando de ciencia ficción, de ese mundo donde siempre aparece un Flash Gordon o un E.T. para poner en su sitio al villano de turno (e incluso al conductor de la nave nodriza). Qué tendrán que ver los hombres del espacio con la pura y cruda realidad.