Elecciones en Siria, ¿para qué?

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

25 abr 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

En Siria se cumplen las peores expectativas. La oposición, fragmentada, enfrentada en su núcleo y luchando contra las facciones islamistas por un lado y contra el Ejército sirio por otro, apenas puede mantener viva la revolución. Por su parte, el Ejército sirio, libre de todos los opositores que se marcharon de manera voluntaria y aquellos purgados, avanza lenta pero inexorablemente, recuperando el territorio que había perdido. La aparición pública de Al Asad en Malula, pequeño enclave cristiano ortodoxo a 70 kilómetros al nordeste de Damasco, tras la expulsión de los rebeldes el domingo pasado, demuestra que el presidente sirio no solo no está debilitado ni escondido, sino que sigue firme en su determinación de seguir en el poder y acabar con una rebelión a la que niega la categoría de revolución y que achaca exclusivamente a terroristas islamistas, negándose a aceptar que la mayoría de la población, incluso la que «aparentemente» lo apoya, desea que se marchen él y su régimen de terror.

Mientras los opositores y el régimen afirman que el otro es el responsable del ataque químico en Kfar Zeita el 11 de abril, y el Gobierno de Damasco avanza en la eliminación de su arsenal, las negociaciones para un alto al fuego parecen más lejanas que nunca. El anuncio de elecciones el 3 de junio es una maniobra para justificar la prolongación del mandato de Bachar, imposible en un país en guerra, con más de un tercio de su población desplazada y gran parte del territorio fuera de control.