Pues va a resultar que no soy español porque tengo una carencia absoluta de españolidad. No me gustan los toros, ni el fandango, ni la mantilla. No llevo la bandera como pulserita. Y tampoco me derrito por la paella. Así que va a ser que soy uno de esos antipatriotas, por antitaurino, a los que acaba de afearnos la conducta la lideresa condesa consorte.
Algunos pinturillas nos creemos que porque pagamos nuestros impuestos, respetamos las normas establecidas, no huimos de la autoridad competente y no destrozamos motos de policías, ya somos españoles. Pero no. Lo importante es ser taurino empedernido porque a decir de la señora condesa consorte, «los Toros», así con mayúscula, «simbolizan mejor que nada la esencia misma de nuestro ser español». Ni el idioma, ni el territorio, ni la historia, ni la cultura. Nuestra esencia está en los Toros, así con mayúscula, siguiendo la norma ortográfica de la lideresa.
Tendremos que reconvertir nuestros gustos y aficiones, porque corremos el riesgo de quedar excluidos de la ciudadanía patriótica. Ese grupo que gusta de ver cómo agoniza un toro acribillado a pinchazos, porque para eso son buenos españoles. Valientes y ciudadanos ejemplares. Como la condesa consorte y grande de España. Que nos acaba de dar otra magistral lección. Precisamente ella.