No hay semana sin excesos que se multipliquen en las noticias sobre la vida exagerada de Justin Bieber. Es un clásico. Demasiado joven, demasiado rico, demasiado pronto. Este mes ha cumplido veinte años, apenas dos décadas. El diagnóstico de los sabios tampoco tarda: no ha sabido asimilar el éxito. Los hay que escriben: le influyen las malas compañías. Siempre hay una legión de personas que intentan enderezar estas vidas erráticas de las jóvenes estrellas presuntamente perdidas en la rotación disparatada de su éxito. Pero ¿qué piensan ellos? O ¿acaso piensan ellos? Tal vez lo único que hacen es pasárselo muy bien. Tienen el dinero y el tiempo para hacer lo que otros muchos no podemos ni soñar. No se trata de defender las gamberradas, por las que incluso ha sido detenido Justin Bieber, pero sí conviene distanciarse de los que se lanzan siempre a regalar consejos, que suelen estar hechos a la medida de ellos mismos. Es muy difícil juzgar a los demás. No lo hagas, además, si no quieres que te juzguen a ti. Pero lo que me pareció terrible es que nada menos que Michelle Obama se haya sentido en la obligación de aconsejar a Justin y lanzarle un mensaje universal sobre la urgencia que tiene de estar cerca de su madre. Así se cura todo, al lado de mamá. ¿Con veinte años recién cumplidos?