El héroe audaz

Enrique Clemente Navarro
Enrique Clemente LA MIRADA

OPINIÓN

24 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Estudiante mediocre, incapaz de leer un libro desde la primera a la última página, según uno de sus biógrafos, arribista, sin ideología definida, un «chusquero de la política», según su autodefinición, ambicioso, pícaro con la moral del superviviente, seductor absoluto con aires de galán de provincias. Adolfo Suárez demostró que era mucho más que todo eso cuando llevó a cabo la histórica operación quirúrgica de desmontaje de la dictadura para caminar hacia la democracia. El hombre de Estado adecuado para el momento, audaz, valiente, generoso, empático, con gran capacidad de consenso y altura de miras. Era una tarea muy complicada, porque la transición no fue ese período casi beatífico y perfectamente diseñado que se nos ha querido vender, sino turbulento, lleno de peligros y obstáculos. Tanto que el 23-F un golpe de Estado estuvo a punto de dar al traste con la democracia. A ese día llegó Suárez políticamente acabado y personalmente destrozado, en una soledad escalofriante, tras dimitir para tratar de evitar la asonada. Había sido vapuleado con un odio patológico: desde el búnker franquista al PSOE, pasando por su propio partido, la UCD, convertido en un nido de conspiradores y traidores; la Iglesia, los militares, los financieros, los empresarios y la prensa, que le atacaba con ferocidad. Incluso el rey lo había abandonado. El 23-F aquel antiguo gallito falangista sin pedigrí democrático, tildado de chisgarabís, trilero e incapaz, representó como nadie la democracia al quedarse sentado frente a los disparos de un descerebrado que personificaba la España más negra. Suárez se convirtió en un héroe, el último héroe nacional. Nunca me he sentido más orgulloso de mi presidente.