Enigmas

Luis Ferrer i Balsebre< / span> EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

23 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Tengo una formación científica que me impide creer en los misterios y fenómenos paranormales, pero «habelos hainos». Me veo con frecuencia en el hotel dispuesto a desarrollar la rutina nocturna de escuchar antes de dormir alguna tertulia radiofónica; una cosa aparentemente sencilla ya que hoy en día casi todos los hoteles disponen de red wifi gratuita. Bueno, pues armado con toda la parafernalia tecnológica del ordenador portátil, el iPhone y el iPad, soy incapaz de poder sintonizar la radio. Misterio este de la evaporación de señales que, visto lo habitual, casi consideraría normal más que paranormal. Al final tuve que recurrir al transistor de toda la vida, que son los que nunca fallan y que me guardo de llevar siempre en el neceser de viaje. Pero para gran enigma del mes tenemos la desaparición en el limbo -otro dogma enigmático que con el Purgatorio nunca entendí bien y tampoco sé como han desaparecido- del 777 de la Malasyan Airlines. Resulta inquietante el hecho en sí, pero mucho más sus derivadas domésticas. ¿Cómo es posible a estas alturas, con un desarrollo tecnológico capaz de mandarte un dron al balcón de casa con una cervecita y la pizza barbacoa, no se sepa que le ha pasado a un aparato gigante con doscientas personas y toda la tecnología punta del mundo, sin dejar rastro? ¿Y esos satélites capaces de vernos tomando el sol en la terraza y saber en todo momento dónde estamos y cuáles son nuestras intenciones, son o no son verdad? O sea que -mutatis mutandi- con esto de la Arcadia de seguridad prometida por la tecnología nos va a pasar igual que con el transistor. Al final tendrá razón John Le Carré en aquello de que donde esté un buen espía con gabardina de cuello subido, Martini seco y chica, que se quiten los satélites espaciales, escáneres de última generación y bases de datos en silos antinucleares. Se supone que sabiendo mis coordenadas GPS estoy localizado; pero puede -oh, enigma- que el navegador o yo mismo los mande al carajo. Nuevos enigmas que no son más que el azar impredecible, incomprensible y temible que genera la misma perplejidad de siempre. Antes te llevaban los demonios o te hablaban del más allá, ahora te pierden los radares y los datos, desaparecen las señales o no te aceptan el PIN. Vivir en la era tecnológica está muy bien, la vida resulta mucho más fácil e interesante, pero no evita la angustia de lo impredecible. Por mucha libertad que estemos dispuestos a pagar, nunca conseguiremos la seguridad que anhelamos. Hay verdades que parecen misterios y misterios que son verdad. Resuelvan el enigma.