¿En qué país viven Rajoy y Rubalcaba?

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

19 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Alfredo Pérez Rubalcaba inició su discurso durante el pasado debate sobre el Estado de la nación con un efectivo: «¿En qué país vive usted, señor Rajoy?». Con ello pretendía el líder del PSOE contraponer la España real, que supuestamente él representa, con la oficial y triunfalista que, según Rubalcaba, había dibujado previamente el presidente del Gobierno. A partir de ahí, el diputado socialista construyó un discurso cuyo nervio fue la denuncia del crecimiento de las desigualdades bajo el Gobierno de Rajoy frente a los logros que aquel se había atribuido.

Ocurre, sin embargo, que, como el cartero, también la verdad llama dos veces y le amarga a uno las alegrías que nacen del manejo inmoderado de los argumentos demagógicos. Vean si no: ayer se hacía eco este periódico de un informe que pone de relieve que España es el país de la OCDE donde más aumentaron las desigualdades con la crisis. Sus datos resultan demoledores -los ingresos de la población española más pobre cayeron de media anual un 14 %-, pero el informe no se refiere al período de Gobierno del PP, sino a los años 2007 al 2010, cuando Zapatero era presidente y Rubalcaba uno de los más destacados miembros del Gobierno. Por tanto, también al actual líder del PSOE cabría preguntarle: ¿En qué país vivió usted entre el 2007 y el 2010? Incluso más: ¿Nada tienen que ver, a su juicio, señor Rubalcaba, las desigualdades actuales con las que se produjeron en esos años centrales de la crisis?

Mi intención no es, obviamente, eximir a Rajoy de las obligaciones que hoy le corresponden como presidente del Gobierno, pues el serlo lo convierte, más allá de herencias, en el responsable de la marcha del país. Un país en el que tengo pocas dudas de que las desigualdades han seguido aumentando desde el 2010 hasta el presente.

No, mi intención es poner de relieve que una clase política consciente de su gran poder y, por tanto, de sus formidables responsabilidades, se hubiera preocupado más de poner todos los medios a su alcance para tratar de salir cuanto antes de la crisis que de lo que, en realidad, se han preocupado nuestros líderes, estuvieran en el Gobierno o en la oposición: de convertir la crisis en el gran argumento para intentar ganar cuotas de poder electoral a costa del adversario. Lo hizo el PP en la oposición a Zapatero y lo lleva haciendo el PSOE desde la victoria de Rajoy.

Si en lugar de eso, uno y otro hubieran colaborado con la mínima lealtad que exige la gravedad de la situación que llevamos atravesando desde el 2007 en adelante, es posible que la crisis hubiera dejado menos destrozos en un cuerpo social al que le han exigido sudor y lágrimas quienes han estado mucho más pendientes de su futuro personal y partidario que del futuro del país. Salvo la hinchada de uno y otro bando, lo sabe todo el mundo.