En 1460, los Alonso Fonseca, tío y sobrino, ocuparon los arzobispados de Sevilla y Santiago de Compostela, respectivamente. Cuando el joven sobrino tomó posesión de su arzobispado, el Reino de Galicia estaba muy alborotado. El arzobispo bisoño solicitó ayuda a su tío y, de mutuo acuerdo, intercambiaron temporalmente sus puestos de trabajo. Con la paz, el tío quiso volver a Sevilla, pero su sobrino no quería retornar al brumoso norte. Se necesitó la mano del papa Pío II y la estaca de Enrique IV de Trastámara para que Alonso Fonseca, tío, recuperara su diócesis. Y de ahí viene la frase «el que se fue a Sevilla perdió su silla».
Llevamos soportando los últimos meses el mantra de Arturo Mas del derecho a decidir para el pueblo catalán. Yo soy catalán de nación y de sangre, aunque gallego fiscal, y me encuentro sumido en una gran incertidumbre: ¿tendré derecho, o no, a votar el día de autos? Seguro que si fuera alguien de provecho, Mas llegaría en limusina, con señera, hasta mi casa gallega para recogerme el voto. Pero no, pues como el arzobispo Alonso de Fonseca, tío, abandoné Cataluña por la brumosa Galicia perdiendo mi silla y el derecho a decidir.
Pasé niñez, adolescencia y madurez sintiendo cómo aun sin tener silla cada vez que necesitaba tramitar un documento legal debía aportar una partida de nacimiento, legalizada y legitimada ante notario. Lo que me obligaba a retornar a la madre patria, pagando, para demostrar mi nacionalidad catalana desamueblada. Desde que me fui de Cataluña ha ocupado mi silla cualquier ciudadano del mundo empadronado en un municipio catalán.
Los derechos de los catalanes (vale lo mismo para vascos y navarros) no están en la genética, ni en el árbol genealógico, sino en un domicilio fiscal, y pagar impuestos municipales o autonómicos en Cataluña. Si un cataclismo biológico extinguiese la raza catalana con pedigrí pero se salvaran los híbridos o los charnegos de Cataluña, estos heredarían automáticamente los derechos que Arturo Mas exige desesperadamente para sus compatriotas fetén.
Juan Ramón Vidal Romaní es Catedrático de Geología de la Universidade da Coruña.