La economía española está saliendo de la recesión, pero aún le queda mucho recorrido para salir de la crisis. Es probable que en los próximos trimestres la variación del PIB sea positiva, de forma que dejemos atrás la recesión de 2012-2013, la segunda en apenas cinco años, y que conforma el ciclo recesivo más largo y más duro desde la recuperación de la democracia.
Desde que en el segundo trimestre del 2008 la economía española empezó a caer hemos perdido casi 8 puntos de PIB y, sobre todo, 3,6 millones de empleos, además de sufrir un gravísimo deterioro en las condiciones de vida y trabajo de la mayoría social, que incluye duros recortes en nuestro ya débil Estado de bienestar.
Y salir de la crisis es, por lo menos, recuperar el nivel de producción de bienes y servicios y de empleo que teníamos antes de caer en el pozo de la recesión. Y para eso aún queda un largo recorrido porque, con las tasas de crecimiento estimadas en el futuro inmediato, hasta el 2018 no recuperaríamos el nivel de PIB y tendríamos que esperar hasta el 2028 para volver al nivel de empleo.
Sin un cambio radical en las prioridades y en los instrumentos de la política económica, el escenario más probable es que en el 2014 la economía española salga de la recesión para entrar en una fase de crecimiento débil, inestable y frágil. Esto es, un crecimiento sin apenas creación de empleo ni mejoras en el bienestar de la mayoría social. Y no podemos aceptar resignadamente este escenario porque supondría, entre otras cosas, condenar a toda una generación al desempleo y la exclusión social.
Para impulsar un crecimiento más intenso el instrumento fundamental es el aumento de los salarios. Porque no es posible que la economía española consiga tasas de crecimiento del PIB significativas apoyándose de forma exclusiva en la demanda externa. O dicho de otra forma, sin una recuperación sólida de la demanda interna estamos condenados a una fase de estancamiento, de crecimiento débil, incapaz de generar empleo. Una demanda interna que tiene su componente cuantitativo básico en el consumo de los hogares, que a su vez dependen, fundamentalmente, de los salarios y de las prestaciones públicas, básicamente pensiones.
En el corto plazo, como una actuación inmediata, el gasto público, o un aumento de las exportaciones, pueden ser instrumentos útiles para enfrentarse a crisis de demanda, compensando con su crecimiento un menor gasto privado.
Pero en el medio y largo plazo el crecimiento económico sólido y sostenido solo puede venir de la mano de la demanda interna, impulsada a su vez por el consumo familiar. Y en ese proceso los salarios tienen un peso decisivo.
Por eso, para dejar atrás la recesión, superar el estancamiento y avanzar en una recuperación vigorosa de la actividad y el empleo es necesario un cambio en la estrategia salarial: hay que terminar ya con la devaluación salarial, abriendo una nueva fase en la que los salarios crezcan en términos reales.