Tranquilos: 2014 no puede ser peor

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

02 ene 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Y a está aquí el año 2014. Ya hemos superado el año gafe, que no nos deja más noticias alentadoras que la elección del papa Francisco y sus gestos de bonhomía. Todo lo demás es para quemarlo en alguna hoguera de un San Juan adelantado: el accidente del Alvia, el incendio de A Virxe de Barca, las armas químicas contra la población civil de Siria, los desahucios, las preferentes, el empobrecimiento de la sociedad, la catástrofe de Filipinas? Solo deja una herencia de mejores expectativas económicas, pero cuando las estábamos saboreando de boca del presidente del Gobierno, aparece Van Rompuy y nos dice que saldremos de la crisis, pero sin crear empleo. Y aparecen los gurús de las predicciones y anuncian que no bajaremos del 25 % de parados en los próximos tres años. Es decir, que el desempleo será también la amarga crónica del 2014, aunque en su balance final, allá a finales de diciembre, don Mariano Rajoy volverá a sacar pecho diciendo que hay menos parados y que siguió bajando la prima de riesgo.

No tengo inconveniente en sumarme al entusiasmo del presidente y soñar que será el año de la recuperación. Pero no será solamente económico. Lo importante ahora vuelve a estar en la política. Un escritor del siglo XIX escribiría que la patria está en peligro. Lo está por el desafío de los gobernantes catalanes y asociados, que plantean este período como «el año para decidir futuro y abrir horizontes», expresión textual de Artur Mas en su mensaje del día 30. Y ya veremos qué ocurre en el País Vasco, donde el último Euskobarómetro indica que los partidos españoles, PSE y PP, pierden votantes, los gana el nacionalismo en sus dos vertientes de EH-Bildu y PNV y también quieren definir un nuevo modelo de autogobierno. Añadan como complemento que siguen llamando a la puerta los asuntos pendientes de corrupción, la crisis institucional y la desconfianza ciudadana.

Esos son los desafíos del año. Como se ha repetido tantas veces y por voces tan autorizadas, de la crisis económica se sale. Tarde o temprano se sale. De la política es más difícil. La política no se mide en décimas de crecimiento, que es el consuelo del gobernante. En la política se someten a examen los liderazgos y las capacidades para liderar la evolución del país. Es, por ello, el año de las grandes decisiones: de conseguir relanzar la vitalidad económica, pero sin perder de vista los retos que ya están planteados. En su balance del 2013, multitud de analistas percibieron que el señor Rajoy trata de ocultar con números los grandes debates políticos. Solo puedo decir: espero que no sea verdad. Y, respecto al año comenzado, tranquilos todos: pensando en el fenecido 2013, ningún año puede ser peor.