E n una de sus célebres frases, mi admirado James Gandolfini, protagonista de la mítica serie Los Soprano, afirma: «No pagaré, sé demasiado sobre extorsión». Sé que Toni Soprano no hablaba de la subida del recibo de la luz para el próximo año, pero su expresión sería perfectamente aplicable al expolio al que la mafia eléctrica, amparada por una clase política de plastilina, está sometiendo a los ciudadanos, en un servicio básico.
Un 12 % de los hogares españoles están en situación de pobreza energética y cerca de un millón y medio de viviendas han sufrido el corte del suministro eléctrico en el último año. Cinco millones de familias españolas no pueden calentar sus casas adecuadamente y los problemas de salud derivados del frío causan entre dos y seis veces más muertes que los accidentes de tráfico. ¿Dónde está la campaña de la Secretaría de Estado de Energía para evitar estos accidentes?
Numerosos autónomos se han visto obligados a cerrar sus negocios al no poder hacer frente a las tarifas eléctricas. El mantenimiento de cámaras para conservar o enfriar alimentos y bebidas, la iluminación de locales o el gasto ordinario en calefacción y pequeños electrodomésticos están estrangulando a un sector fundamental en el empleo y en el mantenimiento de la actividad económica. Nuevos trabajadores perderán su trabajo y, en sentido estricto, se quedarán a dos velas.
José María Aznar, Elena Salgado, Miguel Roca, Luis de Guindos, Pío Cabanillas, Rodolfo Martín Villa, Ángel Acebes, Luis Atienza, Pedro Solbes o Narcís Serra. Son solo un pequeño ejemplo de quienes han formado o forman parte de los consejos de dirección de las compañías eléctricas; es la vergüenza giratoria.
Con esta alineación del Megavatio Futbol Club, ¿alguien puede creerse seriamente que el problema es una especie de subasta, en el que el coste de la electricidad, como el marisco, sube por Navidad?
Por más que algún comentarista, bien pagado, lo afirme, esto no es demagogia. Cuando un sector, industrial o no, está causando un claro perjuicio a los ciudadanos, el Gobierno tiene la obligación de intervenir. No basta con que un tipo con cara de afligido se contradiga a sí mismo, como ha hecho el ministro de Industria, sino de actuar para que no dé la impresión de que el sector eléctrico se gestiona desde un garaje de Nueva Jersey.
Tengo la triste sensación de que cada vez nuestros Gobiernos se parecen más a un muestrario de la mediocridad con traje; echo de menos la ropa de los Soprano manchada de salsa puttanesca. Creo que nuestros altos representantes viven más pendientes de quedar bien con los poderes económicos que de gobernar para los ciudadanos a los que se deben. Esto es lo que está ocurriendo y que hace que, como en la serie, vivamos un tiempo degradado de favores y vendettas.
Por suerte, nos queda Toni Soprano. Muchas de sus frases nos iluminan sobre las turbias relaciones entre el dinero y el poder, pero, tratándose de la subida de la luz, creo que la elegida hace justicia a esta oscura situación: «No pagaré, sé demasiado sobre extorsión».