Las listas, como la filosofía oriental, son cuestión de percepción. Si, por ejemplo, agarramos por las solapas a este país llamado España y lo centrifugamos en los buscadores de Internet, obtendremos resultados no ya dispares, sino completamente contradictorios. Ayer mismo nos propinaron dos nuevos informes en todos lo morros. El ya célebre documento PISA nos recuerda una vez más que nuestros alumnos están en el pelotón de los torpes de los 34 miembros de la OCDE, y que de nada han servido las Lomces y Logses que PP y PSOE se intercambian como balazos de miope en el salón del Oeste de la política nacional (donde los ciudadanos hacemos de atribulados músicos bajo el letrero agujereado de «No disparen al pianista»). Tampoco nos da excesivos mimos la nueva encuesta del IPC, que no tiene nada que ver con el precio de la faneca brava, sino con el tenebroso índice de percepción de la corrupción. Simple percepción o cruda realidad, caemos en la lista que lidera Dinamarca desde el puesto 30 al 40, donde nos codeamos con Cabo Verde, Lituania y otros paraísos de la transparencia. Claro que, si somos realistas, el único ránking que nos importa de verdad es el de la FIFA. Y en ese sí que somos los amos del corral (1.507 puntos) por delante de la severa Alemania (1.318). Todavía hay prioridades.