Para morir de vergüenza

OPINIÓN

21 nov 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

A un gallego anónimo, que estaba sentado frente al televisor, le dijeron que en Galicia hay un sector naval competitivo y altamente tecnificado, que puede construir cualquier barco o artilugio flotante de los que demanda el actual mercado. Pero también le dijeron que todo estaba a punto de venirse abajo por culpa del comisario Almunia, que, por ser socialista y estar corroído por la envidia que le tiene a Rajoy, nos tiene simultáneamente enfilados a los gallegos y al PP, y que, pudiendo resolver el asunto del tax lease con una simple firma, iba a utilizar esa caprichosa bagatela europea para hundirnos en la fosa atlántica, en contra de lo que había hecho con los franceses y los holandeses, a quienes el socialista español no les tiene tanta envidia. Y el gallego anónimo se enfadó con Almunia y salió a manifestarse.

Después le dijeron -¡pobre gallego!- que el presidente de la Xunta iba a salvar él solo -en plan Gary Cooper- nuestro sector naval, porque, gracias a unos amigos suyos que trabajan en la planta 27 de Pemex, nos iban a encargar la construcción de dos floteles y un montón de barcos menores. Claro que, para burlar a algunos pardillos como OSM Offshore, Posh Semc y Dragados Offshore, se abrió un concurso internacional que debe estar amañado, ya que, a decir de la Xunta, en modo alguno hace peligrar el regalo que nos tienen prometido. Y esa es la razón por la que seguimos convencidos de que, salvo que las tretas del malo Almunia vuelvan a atacarnos, los jefes de servicio de la planta 27 cumplirán la promesa que le hicieron a Feijoo, por pura casualidad, en vísperas de las elecciones.

Lo tercero que le dijeron al gallego de marras fue que lo del tax lease no era tan grave como parecía, y que, a pesar de la contumacia de Almunia, la continuidad de nuestro glorioso sector naval, que lleva 30 años al borde del abismo, podía lograrse por otras vías. Y también le dijeron que aunque lo de Pemex se retrasaría un poquito, el contrato de los floteles, amañado por la Xunta antes del concurso, llegaría a Galicia por Navidad. ¡Como el turrón!

Y así estaban las cosas cuando el gallego anónimo fue informado del último acto de la tragedia. Porque, mientras andábamos masacrando a Almunia, chalaneando con Pemex y sustituyendo la racionalidad empresarial por la épica del sector estratégico irrenunciable, vienen los españoles de Repsol y Gas Natural Fenosa -¡qué sarcasmo!- y encargan cuatro gaseros a astilleros de Japón y Corea, poniendo a Almunia en una peana, al Gobierno de Madrid en evidencia, a Navantia al pie de los caballos y a Feijoo en ridículo.

¿Y qué hizo entonces el gallego común? Pues eso: decir que son una tropa infecta, que no le hablen más de los astilleros, y que este país -a expensas de los floteles- no tiene remedio. ¡Para volverse locos! ¡O para morir de vergüenza!