España, indignada. O no

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

30 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Si algo me intriga estos días, es adivinar qué diablos habrán espiado los americanos en España. Desde luego, los datos son impresionantes: según dicen, se han llegado a captar 60 millones de conversaciones telefónicas en el brevísimo plazo de un mes. No es seguro que hayan localizado algún islamista que proyectaba atentar contra Estados Unidos, pero es probable que le hayan grabado a usted cuando llamaba a casa a decir que tenía antojos de unas xoubiñas. En ese momento se habrán disparado las alarmas de la Agencia de Seguridad Nacional: ¿Xoubiñas? Debe ser una palabra clave que esconde una intención oculta. Ya está usted en el listado de los grandes sospechosos.

¡Ay, quién supiera escribir! Quien supiera escribir se detendría en el ministro de Exteriores, que convocó al embajador cuando él estaba en Polonia y lo tuvo que recibir el secretario de Estado para Asuntos Europeos. Le llegó al señor ministro el eco de quienes decían que España rebajaba el tono y no daba importancia al espionaje, corrigió urgentemente y utilizó el lenguaje de Angela Merkel: espiar a países amigos y socios es inaceptable y supone romper el clima de confianza. Lo que no ha dicho es qué pasa una vez que se rompa la confianza. ¿Vamos a represalias comerciales? ¿Les imponemos una tasa por entrar en España? ¿Renuncia Rajoy a su foto en la Casa Blanca? Yo creo que el Gobierno español, para no ser menos, se pone de reina ofendida, aunque no tenga constancia de quién fue espiado, ni creo que lo haya confesado el embajador.

Y quien supiera escribir estaría imaginando el informe que los oyentes de las grabaciones han pasado a sus superiores. Dada la fecha en que supuestamente se efectuaron, finales del 2012 y comienzos del año actual, los espías habrán encontrado preguntas sobre qué te han traído los Reyes (informe oficial a Obama: en España, como es una monarquía, los Reyes agasajan a los ciudadanos). Habrán oído que a una señora de Lugo le tocó el reintegro del Niño. Habrán anotado que no se habla tanto de la siesta y sí de cuesta, la cuesta de enero. Y, cuando pusieron la oreja en el palacio de la Moncloa, habrán notado unos extraños silencios del presidente, y después de los silencios, un «o no». Con lo cual los espías dejaron de investigar: «El señor Rajoy -le habrán escrito a Obama- sabe que le escuchamos; por eso dice una cosa y a continuación la niega». Y dejaron de espiar. El teléfono de Merkel es mucho más entretenido. Y por eso el Gobierno de España no sabe muy bien qué hacer. Si baja el tono, es cómplice de la escucha. Si lo sube, es por no quedar de cómplice. Los espías, que ahora analizan las reacciones oficiales, pueden terminar así su informe: «España también está indignada. O no».