A hora que estamos en plena faena de desmantelamiento del Estado de bienestar, del de medio estar y del de mal estar, podíamos tener el coraje de afrontarlo sin complejos y acabar de una vez con todo lo que molesta. Por ejemplo, la Policía Judicial, que da unos disgustos tremebundos porque se inmiscuye en asuntos tremendamente sensibles.
Si tuvieran el coraje que se le supone a un gobernante, resolvían el problema de una vez. Sacándose el antifaz y cortando por lo sano. Porque es evidente que con los papeles de Bárcenas encima de la mesa y borrando discos duros a toda prisa, la Policía Judicial no resulta cómoda. Pues nada, se desbarata, que es más presentable que cambiar a su responsable cada seis meses, el último el gallego García Losada, hasta encontrar uno a la medida. Obediente y sumiso.
El Bigotes, Bárcenas y Correa les ponen de los nervios. Porque la Policía Judicial hace su trabajo con honestidad. Pero no gusta a quienes la tienen en el punto de mira mientras dan la cara por alcaldes franquistas, por los que mienten en sede parlamentaria y por los que se llevan nuestros dineros.
Así que mejor que la disuelvan y se acaba el problema. Aunque solo sea por una cuestión de respeto a quienes les pagamos sus excursiones y sus guateques.