Una sentencia inútil

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

18 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Les supongo a ustedes sobradamente informados de la sentencia del famoso caso Faisán. Lo que más llamó la atención de este cronista ha sido la interpretación de los medios informativos. En un periódico de difusión nacional, la sentencia recibió el poco generoso calificativo de «infame». En otro diario fue calificada con más benevolencia: «sentencia sensata». Hablan del mismo suceso y de la misma decisión judicial, pero reflejan muy bien el clima de opinión que rodea ese viejo escándalo y cómo son las reacciones en este país: todo es blanco o negro, todo es digno de máxima condena o de elogio y no existen matices ni términos medios.

Yo aporto un tercer calificativo: sentencia perfectamente inútil. Entiéndase por inútil lo que dice el Diccionario del Español Actual: «no útil, que no proporciona provecho o servicio». Es decir, que no sirve para nada. Si se trataba, como es lógico, de impartir justicia, no lo hizo, porque el chivatazo tuvo como finalidad «lograr el cese de ETA», y está claro que dos inspectores de policía, por notables que sean, jamás adoptarían esa decisión sin permiso o mandato superior. Primer dictamen de inutilidad: si hubo delito, no han sido juzgados los auténticos culpables.

Tampoco resulta útil para los efectos sociales y de opinión. Quien pensaba que hubo responsabilidades superiores, lo siguen pensando. Quien creía que Pamies y Ballesteros habían cometido un delito de auxilio a banda armada, tiene derecho a sostener que la pena impuesta es muy pequeña. Quien conoce la biografía de esos inspectores, puede sostener que tan larga y arriesgada lucha contra ETA no es coherente con verlos apartados de su profesión de forma bochornosa cuando la sentencia sea firme. Y quien estaba convencido de que este juicio cierra aquel escándalo, que pierda toda esperanza: dentro de unos años, cuando toque decidir al Supremo, volveremos con los mismos argumentos, las mismas sospechas y las mismas acusaciones. Hay delitos que no se cierran nunca, aunque todos nos pongamos a gritar ¡Santiago y cierra el caso!

Si de mí dependiera, indultaba a esos policías. Primero, por ser tan leales y disciplinados que no descubrieron al autor de la orden. Segundo, para demostrar el fracaso de la investigación, que lo deja todo como un enigma. Tercero, para confirmar que aquello formó parte de la negociación con ETA. Y cuarto, para que el Gobierno culmine bien su estrategia. Cuando estaba en la oposición, lanzó el Faisán contra Rubalcaba todos los miércoles. Cuando llegó al Gobierno, se calló y nunca más se supo de aquello que le parecía tan grave. El paso siguiente, por lógica, el indulto. Total, si esos policías no son los culpables, ¿para qué someterlos a humillación?