Pobres de pedir

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

21 sep 2013 . Actualizado a las 06:00 h.

En mi lejana infancia los pobres se catalogaban por categorías. Mi abuela rezaba por los pobres que recorren los caminos, para que sus plegarias los protegieran de la lluvia y del frío, como si, quizás tuviera razón, fuera siempre invierno. Eran los pobres de pedir, los que demandaban limosnas en las calles y en las plazas. Y en aquel país en blanco y negro, lleno de escaseces y miserias, acudían a mi casa los pobres de los viernes, personas que no eran mendicantes pero no rechazaban un litro de aceite o de leche o un paquete de azúcar o arroz. Eran pobres de solemnidad que no evitaban un comportamiento que evidenciara su tremenda dignidad.

Había, cuando llegaba el buen tiempo collas itinerantes de mendigos moinantes, ciegos de copla y cordel, tullidos y amputados, oligofrénicos y disminuidos que hacían la ruta de fiestas y romerías, y que a mí me recordaban las estampas galdosianas de los soldados retornados de Cuba y Filipinas, con los vendajes de las heridas sangrantes, recorriendo las calles de las ciudades con una sábana donde se recogían viandas y limosnas que la gente arrojaba desde los balcones.

La consolidación de la clase media tras el plan de estabilización del año 59 desterró gran parte del hambre y la desprotección que cabalgó la posguerra casi hasta la muerte del dictador.

Y fue entonces cuando las enflaquecidas vacas engordaron en las praderas de una España que llamaba a las puertas de la democracia. Pero treinta años después, como en aquel viejo chiste de Gila -en casa éramos todos pobres, el mayordomo, las criadas, el chófer?-, el Estado de bienestar se derribó parcialmente como los pilares del templo, y los pobres son los que están al otro lado del edén, según el análisis estadístico La trampa de la austeridad presentado esta semana por Intermón Oxfam, que partiendo de la definición de pobre considera menesterosas a aquellas personas que viven con una renta inferior al 60 % de la renta nacional. Es decir, con menos de 15.500 euros al año. Con estos supuestos, en España viven doce millones de pobres y en el horizonte 2025, de seguir así las cosas -aunque yo estoy seguro que no-, uno de cada tres pobres que habrá en Europa, en donde el informe calcula una cifra de 25 millones, será español. Dios no lo quiera.

Los Estados modernos suelen tener Gobiernos que impiden que la pobreza se convierta en pandemia, que los ciudadanos se instalen en la exclusión, existiendo mecanismos de protección social que no abdicaremos de reivindicar aunque la pobreza amenace con extenderse imparable. No habrá de volver el ejército de mendigos a recorrer los caminos del hambre en un invierno perpetuo, ni habrá que llamar a la puerta de los viernes para demandar una barra de pan. Pobres de pedir, acaso somos todos.