Siria, algo más que una duda

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

29 ago 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Si hoy, mañana o pasado el señor Obama bombardea Siria, que nadie lo dude: los cien mil muertos por la guerra incivil que está asolando a ese país serán muchos más. Lo que suceda después es una rigurosa incógnita. Puede que el régimen de Al Asad se quede sin armamento, y eso agravará la guerra, porque sus adversarios serán comparativamente más fuertes. Puede que Occidente cumpla con su deber ético y termine con el abominable uso de armas químicas. Puede que se produzca una reacción siria y se lance al ataque contra Israel, con todos los riesgos que eso supone. Y puede que se cumpla la penosa profecía de Putin, cuando anuncia «consecuencias catastróficas».

Cuando se inicia un ataque militar, es imprevisible el desenlace y, encima, los antecedentes no ayudan a crear un movimiento de simpatía o adhesión. Sabemos que hay que acabar con la crueldad de un régimen, pero también lo había que hacer en Irak, y lo que tenemos ahora es una cadena diaria de atentados con decenas de víctimas también diarias. Lo había que hacer en Afganistán, y los talibanes no tienen que hacer otra cosa que esperar a que se marchen las tropas aliadas para volver a dominar la situación. Lo había que hacer en Libia y, después de matar a Gadafi a palos, no se encuentra la democracia por ninguna parte. Y no es fácil entender una estrategia que consiste en «dar una lección» a Al Asad, pero permitir que siga con su régimen de opresión. O es un sanguinario que hay que borrar del mapa, o es un gobernante soportable. Los términos medios nunca son una solución cuando se están produciendo crímenes masivos a cambio de la permanencia en el poder.

Se podrían añadir todavía algunas dudas más. ¿Es seguro el apoyo de Naciones Unidas a la acción militar? ¿Por qué Obama prometió la operación de castigo aunque no hubiera ese apoyo, lo cual la privaría de legalidad? ¿Por qué se dio por hecho el empleo de armas químicas antes de que los enviados de la ONU terminaran su trabajo de inspección? ¿Se sabe qué países formarán la coalición de ataque? Y, sobre todo, ¿se sabe a quién se beneficia? Desde el punto de vista de los derechos humanos, ¿son más de fiar los adversarios de Al Asad que el propio dictador? ¿Han dado alguna muestra de ser más respetuosos con esos derechos y con la libertad?

Naturalmente, estas incógnitas habrán sido analizadas y sopesadas por quienes promueven la intervención. Esperamos, por tanto, que la estén preparando con acierto para evitar los errores cometidos en Irak o Afganistán. Y, si al final hay ataque, que sirva para lo que se pretende: para dar un escarmiento elocuente, decisivo, a los criminales de guerra y demás genocidas. Y ese escarmiento no es precisamente dejarlos en el poder.