Parlamentarismo ante la crisis

Pablo Mosquera
Pablo Mosquera EN ROMÁN PALADINO

OPINIÓN

23 jul 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Sigo creyendo en la democracia. Miro a los parlamentos con respeto y esperanza, por ser depositarios de la soberanía popular. No puedo, ni quiero, desprenderme de mi condición de ex parlamentario, en dos cámaras y en momentos tan difíciles como los que llevaban a jugarse la vida en la medida que defendía mis ideas en la tribuna.

Por eso tengo motivos para creer que no todos los representantes de la ciudadanía en los legislativos del Estado sean cómplices y consentidores silentes de lo que acontece. Uno puede ser de derechas o de izquierdas, pero ser una persona libre y consecuente con sus ideas entre la ética y la estética.

No puede ser que el espacio de los medios de comunicación social sustituya el debate parlamentario, por silencio o por ausencia de sus señorías. No puede ser que el director de un periódico nacional se convierta en el líder de la oposición a -presuntamente- la corrupción, el cohecho, la ocultación de sueldos incompatibles, la fuga de capitales; por falta del ejercicio parlamentario, en unos casos con base en la odiosa disciplina de grupo, y en otros, por sospechoso miedo a perder la escasa cohesión interna del partido.

Si el Parlamento solo sirve para dar privilegios a sus miembros, si solo sirve para ser coro de las direcciones partidarias, si tratan de convencernos, a los soberanos, de la teoría -su teoría- del mal necesario o del mal menor para la marca España, es que la perversión del sistema democrático alcanza cotas de país bananero.

Así se explica que a pesar de lo que sucede, la izquierda oficial no avance en las encuestas, que los nacionalistas quieran aprovechar el viaje para incluir en el paquete su tradicional egoísmo, que la curia de la calle Génova, dirigida por los gurús de la sociología, recomienden al presidente del Gobierno que se haga el muerto, resista y confíe en que el tiempo todo lo borra o lo amortiza con la playa o la montaña del período vacacional.

Los socialistas fueron incapaces de promover a tiempo un congreso de regeneración para las ideas y los dirigentes tras la debacle electoral; por eso dudan. La derecha y la socialdemocracia trabajaron al cuerpo electoral para que sintiera miedo al socialismo del PC o de IU, a pesar del obsceno avance del capitalismo. El bipartito nacional, en el fondo, teme la presencia de Rajoy en sede parlamentaria. Puede que se pongan de acuerdo en una explosión controlada.