El ministro Montoro está triste. Las Administraciones no consiguen obtener, a través de los tributos, ingresos suficientes para desarrollar su actividad. Y así no se puede gobernar, añade el ministro con cierta melancolía. Pero si los tiempos mudan, las soluciones también, enfatiza Montoro con energía repentina. Y si el problema está en el ingreso, la solución correcta es hacer una reforma fiscal en profundidad que abarque al conjunto de las Administraciones. Así de intrépido y valiente es nuestro ministro de Hacienda.
Y por eso ya tiene un comité de expertos y un presidente, Manuel Lagares, que ya dirigió la reforma fiscal de José María Aznar en 1998. Desde entonces hasta hoy los cambios tributarios fueron significativos. Se alteró el patrón distributivo; la imposición sobre salarios y consumo creció de forma exponencial; las desgravaciones e incentivos alivian la tributación empresarial. El cambio es intenso y extenso; se reducen tipos impositivos por razones de eficiencia; aumentan las desgravaciones en el impuesto sobre la renta y sociedades; se deteriora la imposición sobre el patrimonio y su transmisión. Después, la globalización y los paraísos diversos completan la faena. El resultado final de aplicar la nueva economía tuvo efectos y consecuencias evidentes: el fraude fiscal es ahora más elevado, crecen la pobreza y la desigualdad, aumenta el deterioro ambiental, retroceden los derechos humanos y quiebran determinados valores constitucionales.
Pero los expertos de Montoro ya comenzaron a discutir y a fijar posiciones. Unos quieren eliminar desgravaciones e incentivos para reducir tipos y tarifas (sobre todo en el IRPF y sociedades). Otros son reacios a que se toquen esas reducciones porque están convencidos que humanizan el impuesto. El debate comienza con fuerza. Las desgravaciones de la vivienda, de los planes de pensiones privados o del gasto en I+D también generan discusión. Como reducir las rentas del trabajo en la base del IRPF, así como el conocer con más precisión y seguridad las consecuencias económicas y sociales de estas desgravaciones.
En todo caso, ¿obtendrá mayores ingresos el ministro Montoro con su reforma fiscal? A medio plazo, la situación puede ser la siguiente: si el crecimiento es inferior al 1 % del PIB, habrá mayores ingresos en el IRPF e IVA; otros ingresos podrían tener su origen en la lucha contra el fraude en actividades empresariales y profesionales; también existirán desgravaciones y una mayor imposición ambiental. Pero el escenario alternativo podría ser excitante: primero, el ministro mira a los ojos del contribuyente; segundo, se aprieta un poco la tuerca fiscal; tercero, se cuentan las personas que siguen en pie para que Montoro les dirija un discurso encendido.