¡Que se vayan!

OPINIÓN

15 jul 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Solo tengo dos dudas. Si la presencia de Bárcenas, hasta hace poco tiempo, en un despacho ?gerencia? de la sede del PP se debía a que seguía recibiendo «ayudas contantes y sonantes» para luego pagar sobresueldos, y si el dinero que pulula en cuentas paradisíacas es de Bárcenas o este tan solo es titular necesario para los fondos de reptiles del PP.

Las buenas gentes ?que no idiotas? se distribuyen entre: los que sufren náuseas por el hedor; los que se resignan a vivir en un país con una clase dirigente corrupta, ya sea en el fútbol, la política o la empresa; y los que están dispuestos a promover la regeneración del sistema, pero no saben de quién echar mano, ya que hay motivos para sospechar que todo está «atado y bien atado» por la subcultura del «... y tú, más».

Hay dos cuestiones indiscutibles. Los partidos políticos son empresas. La política no se financia con la cuotas de los militantes. A partir de aquí, lo mismo que en las ordenanzas de Carlos III, «ganarán ...reales de vellón, más lo que afanaren».

Nos despertamos cada día con: las amenazas de Bárcenas, los chanchullos de Convergencia i Unió, la lista de imputados del socialismo andaluz y el silencio a lo Don Tancredo, del todavía presidente del Gobierno, que nos da dicterios sobre lo que es importante o tan solo cháchara intrascendente. Por cierto, han conseguido que nos olvidemos de Urdangarin.

No me atrevo a cuantificar lo que representa para la marca España tal cúmulo de malas noticias y tal legión de implicados. La mentira se ha convertido en instrumento habitual de comunicación entre mandarines y pueblo. Hasta el «honesto» Lendoiro trata de convencer a sus mesnadas de su capacidad para sacar a flote al Dépor, y señala a nuestro periódico como si se tratara de la pérfida Albión.

De todos los señalados que se han justificado, me quedo con el monotemático Mayor Oreja. El dinero que recibía ?también fuma puros? para sus gastos era para ayudar a las víctimas del terrorismo de su Euskadi natal, a la que solía acudir, a veces tarde, desde su residencia madrileña de Puerta de Hierro, para hacer que estaba presente ante los ausentes. Raro que no vea en todo este galimatías, alguna conspiración y trampa saducea.

¿Cómo terminará el sainete? ¿Se transformará en tragedia? ¿Ganarán los buenos? ¿Dónde están esos?

Yo, desde mi indignación, grito. ¡Que se vayan! ¡Que los detengan!