Que Rajoy es capaz de ponerse de perfil y hablar del tiempo mientras las balas silban a su alrededor es algo que sabemos desde antiguo. Y, con esa flema, no le ha ido mal. Pero parece que, de tanto interpretarlo, el líder del PP ya no puede salir del papel de don Tancredo, como esos obsesivos actores del método que se llevan el personaje a casa. Callar cuando a uno lo acusan de vulnerar la ley desde el Gobierno es una temeridad. Sabemos que Bárcenas es un mentiroso, defraudador confeso y supuesto ladrón. Pero la imagen que ha descrito del ex tesorero Álvaro Lapuerta llevándole a Rajoy cada mes a su despacho de ministro una caja de puros con un fajo de billetes en su interior resulta tan inquietante que exige un desmentido y una querella inmediata. No hacerlo es asumir el papel de culpable.