Un despacho en Génova

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

26 may 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Ni Jaguar, ni corbata de Hermès, ni Patek Philippe. El símbolo externo de riqueza más contundente ha sido tener un despacho en Génova. La sede central del Partido Popular en Madrid debía de ser como el politburó del España va bien, un vientre de lujo que acogía a los hijos más insignes de la cultura del pelotazo. Sostiene el PP que las anotaciones contables que durante años señalaron el pago de sobresueldos también a Miguel Blesa fueron un error. O sea, que eran mentira, salvo alguna cosa, como el nombre del expresidente de Caja Madrid en un asiento contable que no fue borrado durante 7 años. La investigación determinará si hablamos solo de una chapuza que constataría el inquietante parecido de las cuentas legales del partido con las de Coloniales Manolito, pero la teoría del cordón umbilical que vinculaba la política con la banca ha quedado demostrada por la vía inmobiliaria. Quizás a Blesa solo le pusieron despacho en Génova por un concepto comunista de la propiedad y el del banquero solo es el primero de una larga lista de nombres que demostrará que cualquiera que llamara a la puerta encontraba un hueco en el corazón de gotelé del PP. Pero si no es así, a la larga lista de explicaciones que nos deben convendría que sumaran una más, la que nos permitiría entender qué méritos atesoraba el financiero para disponer de un privilegio tan simbólico. Un despacho es mucho más que cuatro paredes con una puerta que preserva la intimidad. Muchas veces, un despacho es un objetivo en sí mismo, el vientre del poder, la finalidad del elegido, el destino por el que muchos están dispuestos a seducir o a mentir o a manipular o a matar. El PP lo sabe, Por eso ocultó que otro pillo, Luis Bárcenas, también paraba en Génova cuando ya manoteaba con la porquería.