Gobierna por decreto, comparece a través de pantallas y sin admitir preguntas de los periodistas y celebra reuniones secretas con líderes autonómicos para tratar asuntos de gran trascendencia. Cada vez da más la impresión de que Rajoy utiliza para gobernar un mando a distancia, aunque hay quien se pregunta desde dónde se acciona en realidad ese mando.
Ni tan siquiera menciona el nombre del extesorero cuyos manejos se asemejan cada día más a una espada de Damocles pendiente sobre el presente y el futuro del PP. Tuvo que ser Dolores de Cospedal quien pronunciase el apellido Bárcenas con todas sus letras, aunque tan directa mención quedase oscurecida por la comparación de los escraches con el nazismo. Como si unas molestas y poco atinadas protestas de unos cientos de manifestantes tuvieran algo que ver con el exterminio de millones de judíos desde el poder.
Así, no es extraño que cunda el desconcierto en unos ciudadanos que ven cada día más lejanos a quienes les representan. Sobre todo, por apoyarse en esos votos para descalificar a quienes discrepan en vez de centrar todos sus esfuerzos en cumplir al menos una parte de ese programa electoral que el propio presidente reconoce que ha incumplido para cumplir, dice, con su deber.
Y porque quienes denuncian de forma tan contundente excesos en la protesta por los miles de familias desahuciadas ni siquiera se han molestado en la simbólica renuncia a alguna de sus prebendas, como ayudas para vivienda añadidas a un buen sueldo o menús para diputados a menos de cuatro euros mientras se recortan comedores escolares.