He dicho que Xesús Vázquez es gobernante laborioso y diligente. Insisto. Es buen conselleiro no solo por su gestión, sino también por su talante. Si no fuese gentil y generoso, ya hubiera destapado a alguno de los que lo vulneran. Es lícita la crítica, y necesaria; insulto y sofisma son lesivos. Leo como unos le llaman cínico y mentiroso. Otros afirman que quiere acabar con la educación pública. Ambos exabruptos son falsos. Digo por qué. La educación se ha reforzado en los cuatro años de Vázquez. Se optimizan índices de fracaso o abandono escolar, y en la medición de competencias también avanzamos. Solo en la empleabilidad de los jóvenes nuestras cifras son deslucidas, pero mejores que en comunidades socialistas o nacionalistas (¿los críticos de Vázquez quieren que les cuente qué ha pasado en Andalucía y Cataluña o lo dejo para mejor ocasión?). Fracaso, abandono, competencias y empleabilidad son los auténticos criterios de evaluación del sistema. Ahora Vázquez quiere crear 9.000 plazas más de comedor, de las que 6.000 serán gratuitas. Para ello pagarán un poco más los que tengan posibilidades de hacerlo. Se reequilibra el copago para proteger a los desfavorecidos. Eso es justicia de Estado, virtud, tal como enseñó Platón en su República. La oposición prefiere, como hizo antaño, subvencionar por igual a pudientes y humildes. ¿Es eso igualdad? Yo no lo creo.