Estado de descomposición

Pablo Mosquera
Pablo Mosquera EN ROMÁN PALADINO

OPINIÓN

19 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

El debate sobre el estado de una comunidad o del propio Estado español es el repaso anual de la situación del país, con sus problemas y la manera de abordarlos desde el Legislativo y el Ejecutivo. Suele ser una confrontación en la que, a modo de rito político, los que sostienen al Gobierno ensalzan lo bueno de su gestión, y los que se oponen, señalan las carencias, errores y alternativas en la conducta.

Pero no es el caso. La situación de España es de enfermedad grave. Los síntomas están generalizados, ya que abarcan el modelo económico, el terrible lastre del paro, la corrupción generalizada, una justicia dependiente, poco accesible y lenta; tendencias perversas en la cohesión territorial, desigualdad manifiesta en el acceso a los derechos que definen la ciudadanía, pérdidas en las conquistas de los derechos sociales, especialmente, en educación-cultura y en el espacio sociosanitario.

No parece haber propósito de enmienda. La prueba está en la actitud que se desprende del proyecto para la reforma de la Administración local. Solo actúan sobre la superficie del problema: los sueldos y el número de concejales. No se han planteado una ley de régimen local con clara alusión a competencias, financiación y responsabilidades desde el ayuntamiento para con los ciudadanos. Incluso se pretende justificar a las diputaciones como instancias subsidiarias del poder municipal.

Tampoco hay propósito de enmienda cuando no se acude a una reforma para disminuir el número de cargos que viven del presupuesto público, mientras que se recortan gastos y plantillas en sanidad y en educación. Nadie parece dispuesto a una enmienda a la totalidad en el papel y funcionamiento de los partidos políticos. Auténtico lastre para el funcionamiento del sistema democrático y para la credibilidad en las instituciones por parte del administrado.

Hacen falta grandes demócratas. Gente de reconocida solvencia moral y profesional. Otra generación de dirigentes en todos los órdenes, no solo en la política. Es preciso el milagro para que desde una sociedad civil, escandalizada por la falta de ética y de estética en los tres poderes de la democracia, se lancen al ruedo de la fauna social ibérica, a riesgo de contaminarse o desprestigiarse, para cambiar con urgencia la situación, evitando la descomposición del propio Estado.