«El capital»

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

16 dic 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

El momento más brillante de la película El capital de Costa-Gavras es cuando el presidente del banco, tras ser informado del éxito de sus nuevos productos y de la consiguiente subida de la entidad en la bolsa, le pregunta a su informador: «¿Qué es exactamente lo que vendemos?». Ni él lo sabe, y tal vez esta sea la imagen más lúcida sobre la crisis financiera, cuando los banqueros sabían el precio de sus novedosas ofertas, pero ignoraban su valor e incluso su composición. Todo lo fiaban a los índices bursátiles: si eran muy favorables, todo estaba bien. La bolsa era la verdad revelada.

Desde que todo dejó de ser así y afloró la verdadera verdad (la crisis), el caos se adueñó de la situación. Pero no era un caos cualquiera. Era un caos regulado, arbitrado o favorecido por las agencias de calificación y administrado por unos fondos de inversión cuya mayor virtud es la codicia sin límites. Costa-Gavras, que no en vano es de origen griego, lo retrató tan descarnadamente en su película que no supo ver más que «el diabólico juego de niños» que estos magnates se traen entre manos. Y ahí está el punto débil de su exposición. Porque la crisis no es solo la obra de unos botarates infantiloides. Por el contrario, creo que quienes la provocaron (y la administran en su provecho) son unos implacables y sagaces guerreros financieros.

Quizá porque Costa-Gavras cree (o sabe) que es así, ha intentado explicar el sentido de la película en declaraciones posteriores. Así, ha aludido al sentido metafórico del filme y a la necesidad de «reiniciar el mundo», porque, en su opinión, ahora ya nada funciona bien: ni la economía, ni la religión, ni el medio ambiente. ¿Y cómo se reinicia todo? Según Costa-Gavras, la ciudadanía «debe elegir mejor a sus políticos y luego salir a la calle para obligarlos a cambiar las cosas. Porque los políticos necesitan del pueblo -sin él no existen-, pero a menudo solo se acuerdan de que es así en las elecciones». Pero esto ya no está en película, tal vez porque la visión de Costa-Gavras es más apocalíptica de lo que reconoce. Por eso, tras ver El capital, cada uno debe sacar sus propias conclusiones, que probablemente serán mucho más esperanzadas que las suyas. Tal fue mi caso.