Yo también fui a la huelga

Manuel Lago
Manuel Lago EN CONSTRUCCIÓN

OPINIÓN

17 nov 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Fui a la huelga y a la manifestación, junto a las decenas de miles de personas que salieron a la calle en una soleada mañana del otoño coruñés para mostrar su malestar, su indignación, su frustración y su angustia ante lo que está pasando. Y no solo para eso, también para reafirmar de forma contundente y masiva su voluntad decidida de rebelarse contra el desmantelamiento del Estado de bienestar, los recortes de derechos laborales y sociales, contra la forma en que Rajoy y Merkel gestionan la crisis. Contra el empobrecimiento y la desigualdad.

Fue la manifestación más grande en la que he participado en A Coruña. Nunca había visto tanta gente unida en un grito común. Mucha gente y todo tipo de gente. Había personas mayores, preocupadas por su pensión pero sobre todo por el futuro que les espera a sus hijos y a sus nietos. Había muchos jóvenes, trabajadores pero también estudiantes, protestando por los recortes que ya sufren, pero sobre todo asustados ante su futuro. Había, lógicamente en una convocatoria de los sindicatos, muchos trabajadores. De la construcción, del textil, del metal, del pequeño comercio y de las grandes superficies, de la seguridad, de la banca, de los servicios públicos, conductores de autobús y de la hostelería. Había también muchos, muchísimos, desempleados que no pudieron hacer huelga pero sí ir a la manifestación.

Pero además en esta ocasión se les unieron personas y colectivos que no son tan habituales. Porque había inspectores de trabajo, médicos, profesores de la universidad, libreros, músicos, actores, escritores, abogados, jueces, pequeños empresarios, periodistas, guardias civiles de paisano y policías con la camiseta de su sindicato. Había inspectores de Hacienda, farmacéuticos y comerciantes. También inmigrantes y hasta un grupo de invidentes con sus bastones blancos en medio de toda la multitud. Estaban los afectados por las preferentes y los de Stop Desahucios.

En realidad estábamos todos, porque la inmensa marea humana que ocupó pacíficamente las calles de A Coruña era la representación de la mayoría social de la ciudad, el reflejo de ese 99 % de la sociedad que lleva sufriendo desde hace ya cinco larguísimos años un deterioro continuado en sus condiciones de vida y trabajo.

Una marea de personas asumiendo públicamente su responsabilidad ante la historia: no dejar a sus hijos un mundo peor del que ellos se encontraron, no permitir con su resignación que se destruya un modelo social que costó décadas construir.

Una multitud consciente de sus obligaciones y que sabía que el 14-N millones de personas como ellos, en Vigo, en Madrid o en Barcelona pero también en Lisboa, Roma, París o Berlín estaban expresando lo mismo: basta ya de esta política que nos lleva al suicidio colectivo.