Votar en Cataluña es llorar

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

30 oct 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Dice el rey que en España dan ganas de llorar. Aunque conviene recordarle que ni él ni una buena parte de su familia han contribuido especialmente durante los últimos años a que los españoles reprimamos nuestro llanto, habrá que admitir que se trata de una expresión afortunada, que refleja la situación en la que nos encontramos. Y no solo por nuestra prolongada penuria económica, que es lo que nos da a entender el monarca, sino también por nuestra calamitosa situación política. Se dice con frecuencia que es en tiempos de crisis y estrecheces cuando emergen los grandes políticos. Y que la grandeza de un país se mide en su capacidad de afrontar unido y sin perder sus señas de identidad los momentos críticos. Pero aquí, nuestros políticos, que son por cierto los mismos desde hace treinta años, no solo ofrecen la versión más ramplona de una trayectoria ya de por sí mediocre, sino que parecen empeñados en arrastrar a la sociedad a una deriva indigna de desunión y sálvese quien pueda.

La expresión más genuina de esa política infame y ventajista la tenemos ahora en Cataluña, en donde su presidente, Artur Mas, azuza un grave conflicto con España en el momento menos oportuno y se presenta como una víctima para ocultar su responsabilidad en una nefasta gestión económica que ha obligado a rescatar a la comunidad más rica del país. En medio de una crisis que está dejando sin protección social a los catalanes más necesitados, esa estrategia que sitúa la propia supervivencia por encima de las necesidades de los ciudadanos define su estatura política. Lo que deprime, sin embargo, es comprobar la incapacidad del resto de los partidos para desenmascarar esa burda estratagema. Y constatar que prefieren dejarse arrastrar por una marea que nace del interés personal del líder de CiU, antes que denunciar la instrumentalización política de la legítima aspiración de independencia de muchos catalanes. El nacionalismo de izquierda calla ante los recortes sociales de Mas y se apunta a culpar de todo a España; el PSC improvisa un disparatado discurso a favor de la autodeterminación y el PP de Cataluña prefiere envolverse en la bandera de España antes que arriesgarse a defender la gestión de Rajoy.

Por si fuera poco, todos esos discursos oportunistas están trufados de una calculada ambigüedad. «Soberanismo», «estructuras de Estado», «derecho a decidir». ¿A qué compromete eso? Mal está que nuestros políticos nos engañen prometiéndonos en la campaña electoral cosas que luego nadie cumple. Pero el grado máximo de refinamiento en el desprecio a los ciudadanos consiste en confundirlos con expresiones políticas inconcretas, que lo mismo valen para un roto que para un descosido. Y con las que, a la postre, ni siquiera quedará luego el recurso a la queja, porque su polisemia lo abarca todo. En esas condiciones, votar en Cataluña es llorar.