Exaltación

Pablo Mosquera
Pablo Mosquera EN ROMÁN PALADINO

OPINIÓN

10 oct 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

A río revuelto, ganancia de pescadores. Viejo y sabio refrán popular. La crisis económica muestra el fracaso de los poderes públicos para servir al interés general, unido a un espacio en el que los Estados pierden soberanía en la medida que generan déficit y acuden a los prestamistas para poder pagar la deuda y sus intereses. Es el mejor caldo de cultivo para la exaltación nacionalista.

Así, se vende el mito de «fuera mejor que dentro». Como si algunos estuvieran convencidos (¿) de que cambiando de escalera, el edificio es más seguro, y tratan de mostrarlo como la salida para mejorar las condiciones de vida.

Me formé en Barcelona. Aprendí medicina hospitalaria, descubrí el seny catalán entre el modernismo de Gaudí y el románico catalán, centralizado en el Museo Nacional sito en Montjuich. Era asiduo de la Espineta de Calafell, con Barral, en la década de los setenta. No puedo entender el cambio de la serenidad a la exaltación. Esperan un partido de fútbol para convertir el Camp Nou en una peligrosa olla a presión que lance un grito mundial de independencia, haciendo frente, como gladiadores, a los representantes de la capital del Estado opresor, desde la capital de la nación que aspira a Estado. ¡Que barbaridad más peligrosa! Puede desencadenar la espiral de la confrontación política en el exaltado mundo del balompié. Tiempos hubo en los que personajes como Tarradellas o Roca sabían diferenciar autonomía y radicalidad, por dos cuestiones que los que conocemos Cataluña podemos explicar. El sentido práctico del catalán, junto a su nivel cultural, se aleja de cualquier actitud violenta que genere pérdida de imagen en el espacio de sus clientes.

Cataluña, gracias a trabajo e inversión, dirigida desde el totalitarismo, creció económicamente y se convirtió en tierra de promisión para los españoles de la España que mandaba campesinos a la industria. Por tanto, el tejido social de la comunidad catalana está preñado de mestizaje, alejado del mito nacional, que sirve para promover la división, la fractura, el enfrentamiento. Ahora los vascos irán a remolque. Les bastará con seguir la hoja de ruta del iluminado honorable. Los gallegos mientras, seguimos siendo, «de lluvia y calma».