El plebiscito de Feijoo

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

09 oct 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Observo la campaña electoral desde la distancia geográfica y la proximidad sentimental. Desde antes de iniciarse hay un detalle especialmente llamativo: cómo Núñez Feijoo trata de convertir estas urnas en un plebiscito sobre su persona. Lo empezó haciendo el día que apuntó: «Los gallegos me juzgarán por lo que he hecho yo y no otros». Era una forma de sugerir que él no es responsable de la gestión del Gobierno central. Lo continuó cuando ofreció una disyuntiva: o él o una amalgama de cinco partidos, hábil recuerdo de la experiencia del bipartito. Y lo culminó cuando autorizó que sus carteles no llevasen las siglas PP. Traducción política de este novedoso gesto: Feijoo es el único valor que asegura rentabilidad en las urnas. Todo lo demás, o resta votos o los puede restar.

Todas las elecciones tienen algo de plebiscitario, y estas no iban a ser una excepción. Lo que sorprende es la claridad con que se plantea. Yo lo entiendo. El equipo electoral del PP ha analizado el panorama de competidores y ha llegado a una conclusión: Pachi Vázquez no es seguro que sea siquiera el candidato más deseado por los socialistas. Jorquera, después de haber sido el único defensor de Galicia en el Congreso, solo es conocido por el 56 % de la sociedad. Beiras es querido, pero no el presidente que se espera. Y Mario Conde viene a experimentar. Promover la figura de Feijoo es la forma de crear un gigante entre la medianía. Es hacer un Gulliver en Liliput.

Desde el punto de vista estatal, el PP, por primera vez en su historia, ya no se fía de su valor como marca y sacrifica ese importante patrimonio en beneficio del candidato, porque ofrece más garantías. Recuerda a aquellos momentos trágicos del zapaterismo, en que algunos socialistas hacían campaña sin las históricas siglas del PSOE. Cuando esto ocurre en una fuerza política, se deben encender señales de alarma: algo se está haciendo mal. En la política española (y por tanto, en la gallega) puede estar ocurriendo algo de consecuencias imprevisibles: el PP, por sí mismo, empieza a provocar rechazos. Sirve por sus personalidades.

Todo esto supone un alto grado de personalización de la política, pero tampoco es mayor novedad. ¿Acaso el señor Fraga no era el grado máximo de personalización? ¿Acaso don Manuel, incluso en su decadencia física, no tenía más fuerza de atracción personal que su programa y su partido? Así que de alguna forma volvemos al fraguismo, entendido como la capacidad de arrastre de un ciclón político que se entendió como la fuerza que necesitaba Galicia. Si se hace con Feijoo, es porque Feijoo, con menos biografía que el histórico líder conservador, puede tener parecida capacidad de seducción.