¿De qué sirvió?

Pablo Mosquera
Pablo Mosquera EN ROMÁN PALADINO

OPINIÓN

02 oct 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Cuando el partido del Gobierno es expulsado por la voluntad ciudadana en las urnas y al que lo sucede le da una mayoría absoluta para luego pedirle un cambio del rumbo en la política, no solo se ejerce una de las excelencias de la democracia -voto-alternancia-, es que se está instando con inusitada urgencia a los miembros del legislativo a que instauren un Ejecutivo eficaz en la organización del país y en su política económica y social.

Así pues me resulta sorprendente que se haga tanta publicidad contra los manifestantes del 25-S, tachándolos de delincuentes por querer impedir la actividad del Congreso de los Diputados, en donde reside la soberanía popular; y no se le tache de delincuente al representante legal del Estado en la comunidad autónoma de Cataluña, que pone en marcha un proceso de ruptura de las reglas de juego en el Estado de derecho en España. Con Ibarretxe no se tuvo la misma condescendencia, y el lendakari fue mucho más valiente que el honorable, ya que aquel tuvo la gallardía de acudir al Parlamento de la nación a explicar su proyecto soberanista, mientras que este ha utilizado el Parlamento de Cataluña para su plan independentista, disolviendo la institución, como fórmula plebiscitaria del derecho de la nación catalana a dotarse de Estado propio. ¡Menuda desfachatez!

Mientras, mucho cuidado con Euskadi. Lo que algunos tachan de fracaso por los acuerdos entre socialistas y populares ha sido una fórmula para normalizar un país donde recuerdo con horror que la vulneración de los derechos humanos formaba parte de la metodología política.

Lo peor es el mal estado de casi todo. La situación de crisis y paro y la tendencia a obedecer, sin más, a Alemania, pueden llenar de votos el cesto de los nacionalistas más radicales, a los que el Constitucional ha permitido hacer vida política normal.

Y es que el éxito en Euskadi estaba en que imperasen la ley y el derecho de los ciudadanos españoles a ser tratados como tales. ¿Y después de las próximas elecciones vascas? Pues si gana el nacionalismo, Cataluña y Euskadi seguirán la misma hoja de ruta. Además, no está nada claro qué papel se asignará ETA. Mientras no se disuelva, siempre puede volver a ser la vanguardia de los derechos históricos del pueblo vasco.

Menos mal que Galicia es un oasis.