Los que más se afanan en convencer a Mariano Rajoy de que no es un seductor de masas sin duda desconocen que él ya lo sabe. De hecho, el presidente del Gobierno está convencido (y así lo cuenta su biógrafo Graciano Palomo) de que, si pudiese hablar uno a uno con cada español, el apoyo que tendría sería mayor y más consistente.
Porque lo suyo no es la oratoria envolvente y cautivadora de Felipe González, ni la rudeza cáustica de José María Aznar, ni la brillante inconsistencia o frivolidad de José Luis Rodríguez Zapatero.
Lo de Mariano Rajoy es la reiteración de un objetivo prosaico que cree socialmente vital. Por eso reconoce paladinamente su incumplimiento de promesas firmes. Porque lo importante para él no es el cumplimiento de promesas electorales sino el logro de objetivos básicos. Dicho de otro modo, los objetivos esenciales son su único y verdadero compromiso con la sociedad española. A esta carta lo ha apostado todo.
¿Esto es bueno o es malo para España? Todo es opinable y cualquier respuesta obtendrá su respaldo. Por lo que a mí respecta, sigo deseando un acuerdo entre fuerzas políticas que aminore y distienda la lucha partidaria y sume españoles a un esfuerzo común.
Un diálogo constructivo en estos momentos sería también muy útil para Rajoy, ya que no puede ir casa por casa para lograr ese convencimiento personalizado en el que cree y que consideraría ideal.
De no ocurrir esto (el logro de acuerdos), el Partido Popular podría debilitarse y Rajoy no estaría a salvo de acabar concitando a las masas en su contra. Algo no deseable en estos momentos, ni siquiera para sus rivales políticos más sensatos. El trance que vive España no requiere de radicalismos exacerbados (que siempre se pagan caros) sino de posiciones sólidas, inteligibles y sustancialmente compartidas por las fuerzas mayoritarias.
De este modo será posible una transición presidida por la eficacia y la moderación, en las antípodas del actual caos fragmentario griego que tan pocas cosas buenas augura.
Nuestros políticos deben de saber que, por encima de sus conveniencias e inclinaciones, está la recuperación del bienestar de España.
Todo lo demás es reincidir en el error y el despropósito, y los ciudadanos no merecemos esto.