La política, ¿un valor en baja?

OPINIÓN

06 sep 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

La ciudadanía está bastante hastiada y cabreada por la conducta de sus representantes políticos, de eso no cabe duda. Solo hay un modo de enderezar el rumbo de la política gallega (y por extensión de la española y la europea), y es concediendo a la virtud la primacía que naturalmente le corresponde. Necesitamos políticos virtuosos, en el sentido aristotélico del término.

La ética pública parece a la vez imposible y necesaria, toda una paradoja. Imposible porque en la vida política abundan los chapuceros, los miopes que juegan al corto plazo y los que se venden por un plato de lentejas. Necesaria porque a largo plazo la vida pública no funciona sin unas convicciones y unos hábitos éticos profundamente arraigados.

Lo segundo que un político debería utilizar con exquisito respeto son las palabras. Mal puede respetar al destinatario de su acción pública quien no se cuida de lo que dice y cómo lo dice. Y, por desgracia, a nuestros políticos les pierde la lengua.

Quienes han de seleccionar a los integrantes de las listas electorales que concurrirán a las próximas elecciones autonómicas deberían tener muy en cuenta estas dos cosas, si es que no quieren que la ciudadanía les dé la espalda y se quede en casa. No vale cualquiera para ser diputado. Solo debe llegarse al Parlamento después de una aquilatada trayectoria profesional y personal.