Christine Legarde, directora-gerente del Fondo Monetario Internacional, no ha defraudado al capital financiero. Gran parte de su tarea consiste en disciplinar económicamente a países y Gobiernos, mediante oportunas y meditadas recomendaciones o amenazas, si la ocasión así lo exige. El mensaje proclamado se dirige a los países desarrollados y hace referencia a la posible insostenibilidad de los sistemas públicos de pensiones, ante el pertinaz riesgo de que «la gente viva mas de lo esperado». Estamos ante una expresión lamentable, prepotente y atemorizadora. Lo advertía El Roto, con dramatismo acusado, poniendo en boca de un moribundo la siguiente queja: «¡Qué gente! ¡Nos quieren cobrar las agonías!».
Las conclusiones de este discurso tedioso y reiterativo, fundamentado básicamente en la demografía, son conocidas y cuestionadas. De nuevo se insiste en la conveniencia de reducir las pensiones, incrementar las cotizaciones sociales, retrasar el período de jubilación, así como ampliar espacios complementarios para que los ocupen planes y fondos de pensiones privados. Pero se ignoran las estimaciones y efectos del crecimiento económico a largo plazo, la importancia cuantitativa y cualitativa de la inmigración, las posibilidades que todavía ofrece nuestro mercado laboral femenino y la relevancia que tiene el fraude fiscal. Estamos, pues, ante un discurso atemorizador e interesado de los mercados financieros, que curiosamente nada dicen de su fuerte volatilidad, de sus múltiples riesgos e incertidumbres, así como de los problemas asociados a una gestión deficiente que incluso puede dar lugar a posibles y dolorosas quiebras.
Conviene recordar, pues, que vivimos en mundos contradictorios e injustos, con crecientes desigualdades en rentas y patrimonios. En los países desarrollados el 10 % de la población más rica concentra cantidades situadas entre 50 y 60 por ciento de la riqueza existente. Y en esa tarea los mercados financieros tienen un protagonismo intenso y extenso. Como también pretenden tenerlo, naturalmente dentro de la escala que a este respecto corresponde, la proliferación de eufemismos de señorito universitario que enturbian y degradan el discurso político (en vez de amnistía fiscal ahora se dice «regulación de saldos monetarios»; a la subida del IRPF se le denomina «recargo temporal de solidaridad»; a los recortes producidos en el gasto presupuestario se les llama «ajustes en favor de la eficiencia», y así sucesivamente).
Pues bien, operando en este mismo sentido se puede incluir aquí la brutal y desafortunada expresión de la señora Legarde sobre la vida excesiva de nuestros pensionistas. Un bendito exceso que celebramos con sincera alegría y con una copa de vino albariño.