Listas. Estudios. Informes. Abundan en tiempos de crisis esos dibujos estadísticos del mundo que muestran qué países están a la deriva, que hurgan en la herida de la nueva depresión. The Economist, una de esas inevitables brújulas de las finanzas para no perder el Norte en plena turbulencia, establece un ránking de 92 países colocados según el paro y el déficit que acumulan. Pero, sucumbiendo al espíritu de Dickens, lo denominan «el índice de la miseria». En esta torre de Babel de la desgracia, España ocupa un lugar destacado. Si fueran unas Juegos Olímpicos, sería finalista y se llevaría un diploma a casa. Porque se sitúa en el sexto lugar. Quizás no sorprenda debido a sus cifras de desempleo, dignas de récord mundial. Pero sí asombra que en la cumbre de la miseria figure Macedonia, por delante de Venezuela o de Irán. Es llamativo que Brasil y Gran Bretaña solo cuenten con dos escalones de separación. Y se convierte en un hecho fascinante que Estados Unidos esté justo un peldaño más arriba que China en la lista de la pobreza. India ocupa la plaza diecisiete. Mucho mejor que Macedonia, España o Grecia. El dato parece una anécdota. Pero son otros números los que elevan a broma de mal gusto el índice de la miseria. Según un estudio difundido ayer, el 42 % de los niños menores de cinco años en la India no alcanzan el peso mínimo que requiere su edad, y casi el 60 % tienen problemas de crecimiento debido a la desnutrición. El primer ministro de este país definió la situación como una «vergüenza nacional» y prometió medidas urgentes. Aunque, según otras listas y otros informes, debería estar tranquilo. Con su puesto número 17.