La autoridad de los padres

Celso Currás
Celso Currás NUESTRA ESCUELA

OPINIÓN

PILAR CANICOBA

20 jul 2010 . Actualizado a las 12:37 h.

Es preocupante la noticia que acaba de publicar este diario sobre la incapacidad de muchos padres para controlar a sus hijos y las consiguientes intervenciones de las fiscalías de menores ante el maltrato de estos a sus progenitores. La causa de este grave problema está en la ausencia de autoridad en la familia. Nuestro país siempre fue muy dado a los movimientos pendulares. De una educación autoritaria, absolutamente equivocada, se ha pasado a otra permisiva, no menos errónea que la anterior. Según estudios recientes, en casi un 50% de las familias se practica una educación demasiado tolerante, sin reglas ni límites, con la que se busca evitar cualquier tipo de conflictos. Hay infundados miedos a traumatizar al niño, a que este pueda luego vengarse de sus padres, a que no sea feliz? En el mejor de los casos, hay temor a equivocarse, a no saber cómo educar y, por encima de todo, existe una gran confusión entre autoridad y autoritarismo. Los padres temen que, por el legítimo ejercicio de su potestad, sean acusados de dictadores. Por ello, buscan ser «amigos» de sus hijos, pensar más en sus derechos que en sus deberes. Mientras este error continúe, seguirá alimentándose el desarrollo de la permisividad. El niño gana su primera batalla cuando, a base de llorar y patalear, consigue que se le dé el chupete o que se le acoja en el regazo. Luego, poco a poco, sigue venciendo en todos los pulsos: comer solamente lo que quiere, jugar cuando le apetece, tener televisor en su habitación y un sinfín de caprichos. Los más graves vienen cuando deja de ser un niño. Entonces exigirá, como vimos hace días, un determinado sueldo fijo, una moto o un coche. Si no los consigue, utilizará la violencia y el maltrato a padres o abuelos. Ya no hay solución; es necesario acudir a la Fiscalía de Menores. La autoridad en la familia es un valor esencial para el normal desarrollo de la persona, para su adecuada maduración. Su carencia dará lugar, en primer lugar, a niños mimados y consentidos. En segundo, a adolescentes sin autocontrol ni habilidades sociales, agresivos y rebeldes, con un ego exagerado. De aquí a la delincuencia o a la drogadicción, un paso. Por último, tendremos adultos inmaduros, irresponsables, dependientes y con un alto riesgo de depresión. ¿Cuál es la solución? Varias, porque estamos ante un problema social muy arraigado y que ha de cambiar progresivamente. Países con muchos más años de democracia que el nuestro ya pasaron por esta situación. La influencia de la sociedad y de los medios de comunicación es esencial. Hay que potenciar, además, la formación de padres/madres, evitando caer en los fracasados cursos teóricos. Pueden aprovecharse las TIC para llevar a cabo una buena enseñanza práctica on line . Que los padres aprendan realmente a educar, pues aunque esto tiene mucho de sentido común, también lo tiene de ciencia.