Atención hospitalaria

| ARTURO MANEIRO |

OPINIÓN

19 abr 2007 . Actualizado a las 07:00 h.

HEMOS ganado la batalla sanitaria pública en cuanto a medios, técnica, innovación, instalaciones, extensión del servicio, presupuestos. Casi se puede afirmar que hemos logrado, con mucho esfuerzo, tener los instrumentos o equipamiento necesario para hacer una sanidad pública de nivel. El costo de todo el material que se utiliza en los hospitales públicos es de unas proporciones que están fuera del alcance del ciudadano medio. Sin embargo, todavía quedan por ganar algunas batallas que ya no necesitan de más equipamiento ni de más presupuestos. Es la batalla del trato personal, del espíritu de servicio, del respeto a la dignidad del enfermo. Son todas ellas batallas que no están relacionadas con la gestión, ni con la actitud de los directivos, ni con la política de las instituciones. Sólo dependen de la actitud de los profesionales. Por lo menos en tres aspectos que se pueden detectar y resolver con facilidad. Se puede mejorar mucho más en el trato humano a los enfermos. El paciente, por su propia situación, ya es sufrido, pero se puede paliar mucho su estado de indefensión respetando más su dignidad de persona, sin exponer su intimidad innecesariamente, hablándole con el respeto que merece cualquier familiar, sobre todo si está tumbado en una cama. La atención a los requerimientos del paciente se puede acelerar. Es cierto que muchos pueden ser excesivamente impacientes, pero un enfermo tiene derecho a serlo, y tiene derecho a ser atendido, sobre todo porque hay personal suficiente para atenderlo. Se puede mejorar mucho en este aspecto sin aumentar el presupuesto, aunque si se incrementa la calidad de la sanidad pública, aumenta el prestigio del centro y es muy probable que se curen más enfermos. Se puede mejorar mucho más en el cuidado de las comidas. Está claro que los productos utilizados para alimentar a los enfermos son de primera calidad y los medios son de la mejor tecnología. Pero el sabor y preparación no suelen depender de estos factores, sino de la mano del cocinero, de su destreza, de su cariño, de su preocupación por la calidad de su trabajo. Este cuidado tampoco necesita de un incremento del presupuesto y puede mejorar mucho la calidad de vida del paciente, incluso puede producir mejoras insospechadas en su salud. Se puede mejorar mucho la ubicación de los enfermos en las habitaciones. Es cierto que la demanda es excesiva, que cada cama vacía puede tener varios aspirantes, por desgracia. Pero esta demanda no impide que se pueda dedicar un poco de tiempo a utilizar el sentido común y no poner en una misma habitación a enfermos que les hacen la vida imposible a los otros. Tampoco es necesario más presupuesto para lograr esta ubicación o reordenación adecuada de los pacientes. Y si un enfermo duerme bien o se encuentra tranquilo y cómodo en su cama también ayuda a su terapia curativa. Todo esto lo hacen algunos profesionales ya, es fácil, no cuesta nada y beneficia a todos.