Horror a 64 centavos

| JUAN GÓMEZ-JURADO |

OPINIÓN

16 abr 2007 . Actualizado a las 07:00 h.

ESTOY en Washington, a sólo 340 kilómetros del Virginia Tech. Son las diez y veinte de la mañana, y contesto a una entrevista en una radio local. En la CNN vemos la noticia de un muerto por un disparo en el Tech. Nadie hace ningún comentario. Sólo es uno. Hora y media más tarde el número de muertos se va incrementando paulatinamente. En el restaurante donde comemos, la gente deja de conversar animadamente sobre los manjares y comienza a prestar atención a la creciente cifra de muertos. Sube el volumen de la televisión y ya nadie habla: 15, 19, 22, 31 muertos. Llamo al periódico. Son las tres de la tarde, hora de la Costa Este, mientras escribo estas líneas, sorprendido, asustado, confuso. El propio devenir de los acontecimientos a estas horas es como para pararse a pensar. A lo largo de los próximos días usted verá en la tele y leerá en la prensa una perfecta disección anatómica de esta tragedia, con fotos y gráficos. Dentro de seis meses leerá un libro. Dentro de un año, un documental, seguramente dirigido por Michael Moore, y dentro de tres, una película que pasará sin pena ni gloria. Nada de todo ello nos ayudará a entender mejor qué es lo que ha sucedido. Qué se esconde dentro de la mente de un ser humano para ser capaz de entrar en una residencia y en una clase y acabar con más de treinta vidas. O por qué no levantamos la cabeza del plato con un muerto, prestamos una ligera atención con seis, nos interesamos mucho con doce y contemplamos con pasmo y horror la muerte de treinta y uno. Una sola cosa podremos entender muy bien. El precio de una caja de cincuenta cartuchos del calibre 38 (disponibles en cualquier esquina en Estados Unidos) es de 32,15 dólares. El precio de una bala, de una vida, son 64 miserables centavos. El precio del horror es muy bajo; tal vez, el de cambiarlo sea muy alto. Esa, como los porqués de la tragedia, seguirá siendo una pregunta sin respuesta.