Más muertes de jóvenes

OPINIÓN

08 feb 2007 . Actualizado a las 06:00 h.

EN ESTOS DÍAS, nuevamente, la noticia del tráfico vuelve a estar en las muertes de jóvenes, siempre bajo el denominador de la noche-madrugada del fin de semana. De la extensa información de este diario bastan unas pocas atinadas palabras para explicar los signos de la tragedia: «El joven A.?D.?L. se dejó la vida en la carretera -esta vez ourensana- con sólo 19 años [¿] en torno a las ocho y media de la mañana cuando regresaba a su casa [¿] después de una larga noche de fiesta». Aquí están, entre expresos y larvados, los ingredientes de una historia más que añadir a esa inacabable sucesión de muertes que afectan a personas en plenitud de vida. Tal vez ocurra igual en otros lugares, pero tanta reiteración en nuestra tierra conforma un profundo mal social que no evitan las advertencias familiares, ni las recomendaciones del amigo lúcido, ni el rigor legal, ni los esfuerzos, medios y servicios que tratan de conseguir un tráfico mejor. Esta tipología de accidente comenzaba a tomar carta de naturaleza en los primeros años de la década de los noventa. La revista Encrucillada en su número de enero-febrero 1998 publicaba un trabajo de M. Dourado titulado Cultura da vida e da morte , del que es oportuno -ocho años después- recordar algún punto. Así, alude a la «enorme rede de establecementos distribuidores de alcohol» para explicar que «o cóctel de alcohol, drogas e fármacos é un dos máis mortíferos na circulación vial». Dice luego que constantemente «sae á prensa esa permisividade dos poderes públicos na fixación e incumprimento dos horarios dos bares, pubs, discotecas¿», afirmación esta de incuestionable importancia. ¿Cuántos de estos jóvenes habrán dejado la vida en el tránsito de uno a otro de esos lugares, afectado por una falsa euforia que hace inútiles la inteligencia y del entendimiento? Quizá esta especie de epidemia clame por la radicalidad en el tratamiento de alguno de sus agentes.