Derechos: humanos y civiles

| PABLO MOSQUERA |

OPINIÓN

25 ene 2007 . Actualizado a las 06:00 h.

NO SOMOS iguales que ETA. La venganza no es justicia y menos en el Estado de derecho. Hay una jerarquía de valores; primero, la vida del ser humano; después, la seguridad. Desde estas convicciones, que algunos no comparten, tengo la experiencia de haber sido miembro de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento Vasco. La representante de Batasuna me propuso, sorprendentemente, para que peritara los expedientes de presos de ETA enfermos, a fin de aplicarles el contenido del artículo 508 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, que posibilita la excarcelación de aquellos reclusos con grave peligro para su salud. Acepté por mi condición de médico y elaboré un informe que permitió la salida de aquellos etarras con enfermedades incompatibles con el régimen carcelario. Algunos no pudieron entenderlo. Una persona como yo, amenazada y perseguida por ETA, era capaz de contribuir a la excarcelación de presuntos asesinos¿ Siempre defendí la ley, incluso la que no me gusta, con la esperanza de cambiarla, como me hubiera gustado a lo largo de mi vida contribuir a la más hermosa de las revoluciones: cambiar el mundo. Cualquier preso pierde los derechos civiles, pero tiene derechos humanos, derechos de la persona, y los demócratas debemos garantizárselo. De lo contrario creamos una espiral de venganzas a criterio del poder, sin más límites que la línea entre rencor y piedad. De Juana Chaos tiene el perfil del asesino, del etarra duro dispuesto a matar y morir, una rara estirpe en la banda, donde matan pero no quieren morir, y sus bravuconerías terminan cuando los captura la Guardia Civil. Pero sería un error imperdonable hacer del sujeto un mártir capaz de inmolarse en una mazmorra. No voy a entrar en la cuestión de la última condena por presunta apología del terrorismo que incrementó su pena y le ha llevado a protestar mediante huelga de hambre. Pero sí creo que no se puede admitir que un preso, de cualquier naturaleza, enfermo, aunque sea por voluntad propia, en peligro de muerte, se mantenga en régimen carcelario aunque haya precedentes con el IRA o con otros lugares del mundo. La democracia es ejemplarizante, es conciencia y principios, de tal suerte que donde no distingue la ley no debe distinguir el legislador, y menos el poder, aunque lo fácil y popular sea propiciar la venganza y el castigo.