Al paso del verano

| GONZALO OCAMPO |

OPINIÓN

30 ago 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

DESDE los observatorios de la seguridad vial hay en cada año dos ciclos de tiempo singularmente temibles: el mes de diciembre y el período de julio-agosto. Cambian las constantes del tráfico porque aumentan las intensidades de la circulación, por la sucesión de viajes que es propia de los períodos de vacaciones. Y ocurre que en toda época, pero más en esos meses, se ha hecho casi obsesivo el seguimiento de cifras de accidentalidad, con mas rigor ahora, como si la vigencia del sistema de permiso por puntos marcase una era nueva para el tráfico español. Ciertamente, las cifras en cuestión traducen resultados del anormal desarrollo de la circulación de vehículos, pero las conclusiones finales han de tener en cuenta que en esa faz de la realidad social que es el tráfico todo es aleatorio, como es imprevisible el juego de las acciones y reacciones humanas. Un accidente solo puede bastar para trastocar toda racionalidad estadística. Viene a cuento esto para explicar que también debemos acercarnos a las malas cuentas del tráfico gallego, siquiera con una leve referencia numérica. Desde el 1 de julio, en Galicia, son 45 los accidentes mortales y 51 los muertos, cifras muy próximas a las de igual tiempo del 2005. Se entenderá entonces que con tal cifra de muertes no haya lugar para gozo alguno. ¿Qué decir entonces? Pues que mas allá de medios técnicos -fijos o móviles- para la vigilancia del tráfico de Galicia, seguiremos clamando por la vigilancia intensa del agente especializado, investido de autoridad, al pie de las carreteras, de todas las carreteras, también las secundarias, como queda demostrado este mes de agosto, con la reducción espectacular del número de siniestros mortales. Es lo que puede enfrentarse a la dejación del sentido de responsabilidad personal, que lleva al sentimiento de impunidad, extendido entre tantos y tantos conductores de vehículos.