El que avisa no es traidor

OPINIÓN

04 mar 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

«SI NO se rectifica, Cataluña camina hacia la secesión»: lo ha dicho Albert Boadella, gran figura del teatro catalán y español del siglo XX, en la presentación de Ciutadans de Catalunya, el partido que ha fundado junto con algunos de los intelectuales que han acreditado mayor valentía y lucidez en la denuncia de las imposturas del nacionalismo pujolista: Félix de Azúa, Francesc de Carreras, Arcadi Espada o Félix Ovejero. Todos proceden de las filas del antifranquismo y casi todos de las de la izquierda que hizo en su día del lema Llibertat, amnistía i Estatut d'Autonomía uno de los arietes contra la España autoritaria y centralista que se impuso en 1939. Ninguno es, por tanto, sospechoso de rampante españolismo, ni puede ser acusado de constituir la quinta columna de la extrema derecha nacional. No, lo que une a estos ciutadans de Cataluña, que se han atrevido a dar la cara, es que están hartos de la presión nacionalista con la que se ven obligados a vivir. Una presión que pensaban aflojaría con quien no ha hecho más que incrementarla hasta la asfixia: Maragall. Sabemos de qué hablan, pues ya con anterioridad habíamos escuchado advertencias similares. Las de Fernando Savater, Jon Juaristi, José María Calleja o Patxo Unzueta sobre el esprecio a España que se enseña en el País Vasco, desprecio que explica la capacidad que allí han demostrado los violentos para disponer siempre de tropa de refresco. Y sabemos también cómo les responderán desde ya mismo: acusándolos, sencillamente, de traidores. La infamia más burda y, por eso, la más universal. Porque el mundo, claro, está y ha estado lleno de traidores: lo fueron Ridruejo o Laín Entralgo, que por la libertad traicionaron al franquismo; y Henry-Lévy o André Glucksmann cuando se atrevieron a traicionar la barbarie con rostro humano del comunismo soviético; traidores son hoy en Cuba, desde luego, los disidentes del castrismo, y los que en Estados Unidos se atreven a criticar abiertamente el nuevo Gulag guantanamero. Hay incluso traidores que primero lo fueron por herejes y más tarde por haberse arrepentido. Susana García-Cereceda ha escrito un libro hermoso sobre algunos de ellos: lo que pertenecieron a la izquierda norteamericana en la primera mitad del siglo XX, perseguidos primero por comunistas y luego por anticomunistas. ¡Que se preparen Boadella y compañía! Ahora les acusarán de traicionar a Cataluña y traicionar el catalán: lo harán incluso por aquí esos farsantes que destrozan el gallego cuando lo hablan en público de forma ritual, y lo ignoran por completo en cuanto se expresan fuera del lucerío de las cámaras.