Información médica

OPINIÓN

20 feb 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

TRADICIONALMENTE, el médico se ha visto como un pequeño patriarca que ejercía dominio sobre sus pacientes y exigía de éstos obediencia y sumisión, una relación vertical y asimétrica. Esta idea ha sido bien desarrollada por Diego Gracia en sus Fundamentos de bioética . En la intención, la relación médico-paciente solía ser paternalista: todo para el enfermo, pero sin el enfermo. Pero la cruda realidad ha estado más cercana a la tiranía. Modificar esta situación y convertirla en una relación horizontal fue una de las causas que llevaron al nacimiento de la bioética, hace casi cuatro décadas. Un elemento esencial de la lex artis es la obligación de informar al paciente, y no de cualquier manera, sino de tal forma que la persona pueda hacerse cargo de lo que está aconteciendo, lo cual implica una comunicación adecuada en tiempo, contexto y contenido. Así lo reconoce la ley reguladora de la autonomía del paciente y la de ordenación de las profesiones sanitarias (que establece como principio general el deber de los profesionales de respetar la dignidad e intimidad de sus pacientes). De lo que se deduce que su incumplimiento es constitutivo de una transgresión de la lex artis . Cuando el estado físico o psíquico del paciente no le permita tomar decisiones, serán las personas vinculadas a él por razones familiares o de hecho las titulares de ese derecho. Algunos profesionales y servicios médicos parecen desconocerlo. No disponen de una hora prefijada para que el familiar a cargo pueda ser debidamente informado: en la secretaría del servicio te dicen, sin más, que el médico informa por la mañana cuando pasa visita, lo cual resulta paradójico porque en la puerta de acceso a dicho servicio existe un cartel que indica que los familiares no podrán permanecer allí antes de las 13 horas. Cuando usted manifiesta su extrañeza ante estos hechos e indica que usted trabaja y que, por favor, le digan una hora concreta para poder ejercer su derecho a ser informado, le miran como si fuese un extraterrestre, con lo que no queda otra que estar a lo que ellos manden. Y cuando al fin consigue encontrarse con el facultativo, la información y discusión de ésta -un acto esencialmente íntimo y privado- se lleva a cabo con premura y en el pasillo o en la habitación, con lo cual se convierte en un suceso público, y si usted se emociona por lo que le cuentan lo hará a la vista de todo el mundo.