Profundizar en lo común

OPINIÓN

30 jul 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

EL CAMBIO está servido. Lo que fue motor de la campaña electoral es ya una realidad. Emilio Pérez Touriño y Anxo Quintana constituyen desde ahora referencia destacada del poder autonómico. Se notará en mil detalles de la vida diaria que ellos mismos podrán constatar. Existe expectación porque se trata de una alternancia singular, dentro de la normalidad del juego democrático. No sólo por lo que se releva, sino también por quienes llevan a cabo el relevo. Una coalición configurada formalmente después de las elecciones, aunque prefigurada durante la campaña. Dos ríos que inexorablemente debían confluir para desembocar en la Xunta. Es una experiencia inédita en el nivel autonómico, aunque tenga rodaduras de diferente composición en el local. El contrato que han sellado ante la ciudadanía refleja una coincidencia suficiente para gobernar desde la identidad diversa de los contratantes. Su ejecución requerirá una especial pericia. A veces he comparado la vida pública a una regata a vela. En esta ocasión, sin rebajar la importancia de la singladura, me parece que sería más apropiada la imagen de una canoa biplaza. Es preciso remar de un modo sincronizado para que el avance vaya derecho, sin zizaguear y sin vuelcos Existen circunstancias que pondrán a prueba la seguridad de la travesía. El contrato, se afirma desde el BNG, se celebra con el PSdeG, no con el PSOE. En otras palabras, se puede ser gobierno coaligado en Galicia y oposición en Madrid, lo que puede poner en dificultades al hermano gallego en su diálogo con la Moncloa. El apremio indispensable para constituir la nueva Xunta ha llevado a edulcorar determinadas reivindicaciones. Se trueca la «deuda histórica» por el déficit en infraestructuras. Un acusado idealismo ha tenido que ocultarse en un pragmatismo que admite que el nombre de Galicia desaparezca detrás de la apelación técnica del Plan Estratégico de Infraestructuras y Transportes (PEIT), o de la geográfica del Noroeste. Los dos socios están obligados a entenderse para gobernar. Acaban de entrenarse, con resultado positivo. La misma calificación merece la invitación al consenso político y el pacto social formulada por el presidente en su discurso de investidura. Para la reforma del Estatuto ambos son obligados. Harán bien los coaligados en no apurar la dialéctica amigo-enemigo, porque necesitarán ensanchar su respaldo electoral. El éxito de la reciente confrontación en las urnas ha estado significativamente marcado por el dato negativo de la no continuidad de la situación anterior. La estrategia del adversario ha tenido mucho que ver con el resultado de las elecciones. El escenario político en el que va a desarrollar su acción la nueva Xunta no se presenta difícil. El Partido Popular habrá de digerir su nueva situación, en la que no es de menor importancia la sucesión de Fraga. Por eso, el binomio gobernante no necesita cubrirse con desacreditaciones del pasado. A los ciudadanos interesa lo bueno que se haga desde ya. Tiempo habrá para comprobar cómo se concretan as arelas anunciadas en la solemnidad del Parlamento. No habrá mucho margen para el descanso. A la vuelta del verano esperan los primeros presupuestos de la nueva etapa. Para toda ella, y siempre, valen las palabras pronunciadas con sobriedad por el editor de La Voz al recibir la medalla de oro de Galicia: «Profundizar en lo común, que es mucho más que aquello que puede separarnos». Todo un programa.