A LOS homosexuales, darles la bienvenida a la normalidad: ¡que se amen ya es legal! Hace treinta años en este país no era legal la píldora anticonceptiva: era pecado. Ningún farmacéutico o médico en sus cabales la vendía o recetaba: era jugarse el cierre del establecimiento o la prohibición de ejercer la medicina. Los que hacían abortos en la clandestinidad crecían, se multiplicaban y se forraban. Por la idea de pecado muchas mujeres se quedaron en el camino mientras los clandestinos se lavaban las manos. ¿Convivir sin casarse? Imposible. ¡Hasta en el hotel te pedían el libro de familia! Los pocos matrimonios civiles que hubo no se consideraban matrimonios. Luego ya cambió. A partir de ahora cada oveja en la intimidad con su pareja y mucho ojo, que santa Rita sí sabe que lo que se da no se quita.